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Cal Thomas

Capeando el temporal

Los reporteros del Times deberían ser públicamente ridiculizados y verbalmente amonestados; se lo merecen con creces por prestar ayuda y apoyo a los enemigos terroristas de Estados Unidos.

Algunas zonas de Washington, D.C. están inundadas tras unas lluvias récord, pero las filtraciones a los cimientos y oficinas gubernamentales no son un problema tan grande como las filtraciones que salen de algunas de las agencias del gobierno.

Una reciente filtración a The New York Times y algunos periódicos más desvelaba un programa antes secreto de la administración Bush para examinar transacciones bancarias en el extranjero en busca de terroristas con vínculos con Al Qaeda. Las transacciones bancarias investigadas implicaban sobre todo transferencias intercontinentales y otros métodos de mover dinero a ultramar. Esto no iba de vigilar cheques empleados para comprar objetos que pudieran avergonzarnos ante ojos curiosos.

El secretario de Prensa de la Casa Blanca, Tony Snow, salió con una frase que la mayor parte de la gente entenderá: "El New York Times y otros medios de comunicación deben pensar largo y tendido si el derecho del público a saber en algunos casos está pasando por encima del derecho de alguien a vivir".

El Presidente Bush fue más allá. Dijo que el descubrimiento del programa era "vergonzoso" y, a continuación, pasó al verdadero problema: "que haya quien filtre ese programa y que un diario lo publique causa gran perjuicio a los Estados Unidos de América".

Cualquiera que sea la culpabilidad del Times o de los demás periódicos –seguiré con ello en un momento– el primer perjuicio fue provocado por la persona o personas que filtraron la información secreta. Probablemente violaron el juramento que les permitía desempeñar sus trabajos y cobrar un sueldo del dinero del contribuyente. En otras guerras, tal comportamiento habría acabado en que el autor material sería fusilado por traidor. Hoy, cualquiera a con opiniones políticas que considere suficientemente importantes puede filtrar información clasificada con el fin de minar a una administración con la que no está de acuerdo. Lo decente sería dimitir en protesta, pero los traidores de hoy conservan sus empleos y sus salarios y viven para filtrar otro día. Deberían ser perseguidos y procesados.

En lo que respecta al New York Times, el editor ejecutivo Bill Keller difundía una declaración condescendiente, posiblemente en respuesta a una avalancha de correo de críticas. Keller se envuelve en las palabras de los Padres Fundadores, que, dice, "rechazaron la idea de que sea inteligente, o patriota, fiarse de la palabra del presidente, o delegar en el gobierno las decisiones importantes sobre qué publicar". En calidad de lector regular del New York Times, puedo decir que rara es la vez, si es que hay alguna, en que el diario se fía de la palabra del presidente Bush.

Esto no tiene nada que ver con los privilegios garantizados por la Primera Enmienda, sino con la agenda del Times y algunos otros diarios y empresas de medios, que quieren claramente que la administración fracase en Irak –y en todo lo demás– de modo que los demócratas retomen las riendas del gobierno. La junta editorial del Times teme lo que un mandato republicano más podría hacerle al realineamiento cultural impuesto judicialmente por la izquierda, y quiere dar al traste con la contraofensiva de la administración Bush.

Su agenda fue resumida por el editor del New York Times Arthur Sulzberger en un discurso de graduación en la State University de Nueva York, New Paltz, el 21 de mayo. Sulzberger se disculpaba ante los estudiantes: "Se suponía que no ibais a licenciaros en unos Estados Unidos que libran una guerra bastarda en una tierra extranjera. Se supone que no ibais a graduaros en un mundo donde aún luchamos por los derechos humanos fundamentales, sean los derechos de inmigrantes a empezar una nueva vida, los derechos de los homosexuales a casarse, o los derechos de las mujeres a elegir".

Si el editor de un periódico califica una guerra como "bastarda", ¿no es probable que haga todo lo que pueda para llevar a término inmediato esa guerra, incluso si significa publicar esfuerzos secretos para derrotar al enemigo terrorista, no sólo en Irak, sino en Estados Unidos?

La revista conservadoraNational Review recomienda que la Casa Blanca retire las credenciales a los corresponsales delNew York Times. Yo tengo una idea mejor: que la administración rechace hablar con los reporteros delTimescon el argumento de que no se puede confiar en ellos. Durante demasiado tiempo la administración Bush ha intentado agradar a las élites mediáticas. No ha logrado nada. Los reporteros delTimesdeberían ser públicamente ridiculizados y verbalmente amonestados; se lo merecen con creces por prestar ayuda y apoyo a los enemigos terroristas de Estados Unidos.

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