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Álvaro Vermoet Hidalgo

El cheque escolar en cinco sencillos pasos

El PP suele alegar que es difícil implantar el cheque escolar, ya que habría que laboralizar a los funcionarios de la escuela pública, para que ésta pueda depender de la demanda, y dejar de financiar los centros privados concertados

Una de las consignas de la izquierda para justificar su monopolio sobre la educación es que es algo tan importante que no puede dejarse en manos del "neoliberalismo salvaje". Ese "neoliberalismo" pasaría sin duda por el cheque escolar, que consiste en pagar a los padres para que escolaricen a sus hijos en cualquier colegio en vez de subvencionar los públicos y privados concertados. Si el PP no defiende el cheque escolar, no sólo está impidiendo que las preferencias de los padres influyan en la oferta educativa, sino que está renunciando a dar y ganar la batalla de las ideas en la educación, dando la razón a quienes pretenden "protegerla" de la economía de mercado que defiende el PP.

El PP suele alegar que es difícil implantar el cheque escolar, ya que habría que laboralizar a los funcionarios de la escuela pública, para que ésta pueda depender de la demanda, y dejar de financiar los centros privados concertados, lo que generaría conflictividad en ambos sectores. Ciertamente, un cheque escolar que merezca tal nombre tiene que ser para todos los alumnos, sea cual sea su centro en la actualidad, pero dar el cheque a todos no implica cambiar de la noche a la mañana el sistema de financiación de los colegios públicos y concertados. Veamos cómo podría implantarse a nivel autonómico. Las medidas a corto plazo serían:

  1. Dejar de crear puestos de funcionario en la escuela pública, dando autonomía a los centros públicos para elegir a sus propios docentes en el futuro.
  2. Calcular el coste medio del puesto escolar en centros públicos y concertados.
  3. Dar a los padres un "cheque escolar" canjeable o bien por un puesto escolar en un centro público o concertado, o bien por el equivalente en dinero al coste medio del puesto escolar de estos centros en un centro educativo no subvencionado.

La diferencia entre esto y una mera desgravación fiscal de la enseñanza no subvencionada es que así se potencia la idea de movilidad, ya que los alumnos pueden retirar su cheque de un centro y llevarlo a otro. Además, se estimula que la iniciativa privada se instale en las zonas desfavorecidas ofreciendo puestos escolares a precio de cheque escolar, ya que los padres no tienen que pagar primero y desgravar después, sino que pueden ir al nuevo centro con el dinero del cheque. También, se incentiva a los centros concertados a renunciar al concierto y cobrar directamente a las familias el valor del cheque, recuperando así su autonomía. Y, finalmente, se debilita la dictadura lingüística y la pedagogía del odio que rigen la educación sometida al control del nacionalismo.

Pero la economía de mercado requiere información y transparencia, y si uno de los objetivos del cheque es mejorar la calidad de la enseñanza, los padres no deberían tener sólo la información sobre el horario, la educación moral o religiosa o el número de ordenadores que ofrezca el centro, sino también un dato externo sobre los resultados académicos. Para ello, un paso opcional sería realizar una prueba de evaluación a todos los alumnos al final de cada etapa y hacer públicos los resultados por centro. Y, finalmente, dos pasos a largo plazo que sí requerirían reformar la legislación:

  1. Modificar gradualmente el sistema de financiación de los centros públicos y concertados para que aquellos con demanda suficiente para poder financiarse por el cheque escolar dejen de recibir fondos públicos y cobren directamente el importe del cheque a los alumnos.
  2. Aplicar sobre el resto de centros un programa de recuperación que trate de mejorar sus resultados o de especializar su oferta educativa para hacerlos más atractivos y, si esto no funciona, privatizar o cerrar estos pocos centros.

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