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Robert Spencer

Las represalias que nunca llegan

En medio de este torrente de reportajes sobre posibles represalias, no ha habido ni uno solo sobre musulmanes comprometiéndose a redoblar sus esfuerzos para enseñar contra la ideología de la Yihad en las mezquitas norteamericanas.

Inmediatamente después de los arrestos de los yihadistas de Fort Dix, los principales medios de comunicación publicaron numerosos reportajes que se centraron en los miedos de otros musulmanes norteamericanos. La CBS3 de Filadelfia, por ejemplo, informó: "Los musulmanes de la región temen por su integridad física a causa de posibles represalias provocadas por las detenciones del complot terrorista".

No faltaron portavoces musulmanes para confirmar estos temores. "Lo que todos tememos son nuevas represalias", dijo Hesham Mahmoud, de la sucursal en Nueva Jersey del Comité Árabe-americano Antidiscriminación. Un funcionario del Centro Islámico del sur de Nueva Jersey, el hogar espiritual de varios de los sospechosos yihadistas, también expresó su temor de que tuvieran que "afrontar represalias". Una musulmana de Nueva Jersey, Tajwar Roomi, tenía miedo por su familia: "Mi marido trabaja para el estado. Mi hijo, mi hija, todos trabajan. Tengo miedo por ellos porque algunas personas son agradables, pero otras no". Nada menos que en Iowa, a miles de kilómetros, el imán del Centro Islámico de Des Moines, Ibrahim Dremali, dijo: "Algunos tienen miedo a que pueda haber represalias en marcha. La gente se está volviendo cauta otra vez. Yo les he dicho que deben tener cuidado”.

Pero ninguno de los reportajes incluyó ninguna noticia sobre represalias de verdad, porque no las hubo. Richard Sparaco, el abogado de uno de los conspiradores yihadistas detenidos, Serdar Tatar, fue quien más cerca estuvo de informar de uno. Sparaco aseguró que el restaurante propiedad del padre de Tatar, Muslim Tatar, había sufrido una severa reducción de su clientela, y que alguien golpeó su puerta y, según el diario de Nueva Jersey Star-Ledger, “gritó un insulto racista". Tatar, según Sparaco, también habría sido amenazado.

En lo que se refiere a la represalias, eso fue todo. El contraste es absoluto: cuando aparecieron unas viñetas del profeta Mahoma en un periódico danés, hubo disturbios internacionales en los que varias personas inocentes fueron asesinadas. Cuando el Papa Benedicto XVI se refirió a la caracterización negativa de Mahoma por parte de un emperador medieval, de nuevo hubo disturbios y matanzas. Cuando un cristiano mentalmente perturbado de Nigeria rasgó un ejemplar del Corán, musulmanes enfurecidos quemaron diez iglesias de la zona. Pero cuando seis musulmanes en América son detenidos por planear asesinar a tantos soldados norteamericanos como les fuera posible, no hay matanzas, no hay linchamientos, no hay disturbios, ninguna mezquita es incendiada y ningún musulmán es apaleado o humillado (con la posible excepción de Tatar).

Los americanos pueden enorgullecerse de ello. La total ausencia de represalias tras las detenciones de Fort Dix y las de otros terroristas yihadistas, así como después del 11 de Septiembre, demuestra que los estadounidenses son esencialmente gente decente que no ataca por regla general a otras personas por motivos de identidad o asociación. Pero las estadísticas citadas por el Des Moines Register presentan una imagen completamente distinta: "Una encuesta nacional llevada a cabo por el Consejo de Relaciones Americano Islámicas radicado en Washington contabilizó 1.972 incidentes de prejuicios antimusulmanes en el 2005, un aumento con respecto a los de 2004, que fueron 1.522. La cifra del 2005, que es la más reciente, representa la cifra más alta informada por el Consejo, también conocido como CAIR, en sus 12 años de historia."

¿De modo que los musulmanes afrontan realmente un clima creciente de hostilidad y hostigamiento en Estados Unidos? Es improbable. Daniel Pipes y Sharon Chadha estudiaron un informe anterior sobre crímenes de odio del CAIR para descubrir que "de 20 crímenes de odio anti-musulmán que describe CAIR en el 2004, al menos seis son inválidos". Éstos incluyen la explosión de una bomba en los exteriores de una mezquita del que no existe constancia policial y que no parece haber tenido lugar nunca, un incendio premeditado contra una mezquita que resultó causado por un simple robo sin ningún móvil "de odio" y dos incidentes en los que los propietarios musulmanes de dos tiendas las habían destruido ellos mismos para cobrar el seguro.

¿Por qué publicita CAIR a bombo y platillo los crímenes de odio? Porque el victimismo es un gran negocio. El Departamento de Seguridad Nacional desveló recientemente un programa de concesiones a fondo perdido para organizaciones sin ánimo de lucro que sufren un riesgo elevado de ataque terrorista internacional, por valor de 24 millones de dólares. Inmediatamente, CAIR difundió una “Alerta” instando a las mezquitas norteamericanas a solicitar ese dinero para sistemas de seguridad y vigilancia.

Es más, si CAIR tuviera éxito en su tentativa de retratar a los musulmanes estadounidenses como víctimas inocentes de persecución islamófoba, desviará la atención de la cuestión de si los seis de Fort Dix y otros yihadistas del país aprendieron a odiar y traicionar a Estados Unidos en mezquitas norteamericanas. De este modo, las mezquitas serían percibidas como víctimas y no como posibles instigadoras de actividades de sedición, lo que les permitiría no recibir ningún escrutinio de lo que hacen, y lo que no hacen, en pos de detener la expansión de la ideología yihadista entre los musulmanes del país.

Nihad Awad, de CAIR, dijo recientemente a una audiencia musulmana: "Hubo 196 casos de musulmanes en casos de derechos civiles, según el Departamento de Justicia. Ha habido más de 1.008 casos relativos a la fe judía. Necesitamos hacer un trabajo mucho mejor no sólo a la hora de hacer valer nuestros derechos civiles sino también mostrándolo al Gobierno. Es algo realmente crítico e importante". Importante para el juego del victimismo: los ganadores reciben montañas de dinero, cobertura mediática favorable y una autoridad moral que nunca debe ser cuestionada. En su esfuerzo Awad puede contar con la ayuda de medios de comunicación importantes, que tras las detenciones de Fort Dix se obstina en informar del miedo de los musulmanes a las represalias, como si esos temores constituyeran en sí mismos una condena a la sociedad norteamericana.

A la luz de estos hechos es importante pensar en algunas de las noticias que no estamos viendo en los medios. En medio de este torrente de reportajes sobre posibles represalias, no ha habido ni uno solo sobre musulmanes comprometiéndose a redoblar sus esfuerzos para enseñar contra la ideología de la Yihad en las mezquitas norteamericanas. Mientras que muchos musulmanes han reafirmado que el Islam es una religión de paz y han criticado a las autoridades por vincularla con militancia yihadista, ninguno ha explicado cómo esta pacífica religión sigue siendo tan malinterpretada por algunos de sus fieles más devotos y qué proponen para impedir que esto vuelva a suceder en el futuro. Ningún periodista –consumidos como están todos en su búsqueda de represalias– se ha planteado siquiera preguntas como estas.

Y eso hace completamente probable que los yihadistas de Fort Dix no sean los últimos musulmanes de América en "malinterpretar" su religión y pensar que les anima a cometer actos de violencia contra los infieles.

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