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Juan Carlos Girauta

Nueva era

Cuando, en medio de zancadillas y agotadoras conspiraciones de pasillo, el PPC conseguía titulares atractivos o lanzaba lemas demoledores que agitaban al establishment catalán, Sirera estaba detrás.

En Daniel Sirera se unen la juventud y la experiencia, las ganas y la pericia, la fuerza y la inteligencia. Ya conoció una presidencia, la de las Nuevas Generaciones de Cataluña, antes de su larga etapa como diputado autonómico: doce años intensos que le han convertido en un maestro de las artes parlamentarias, del uso estratégico de la tribuna. Desde ahí ha abierto debates necesarios que la clase política catalana deseaba mantener en la sombra y ha defendido los principios y valores del PP, del único PP. Como portavoz adjunto y como responsable de comunicación, Sirera ha logrado, superando las sordinas externas e internas, que esa voz no se apagara en Cataluña.

Cuando contra todo pronóstico el PPC seguía dando en el Parlament muestras de vitalidad, era gracias a él. Cuando durante la travesía del desierto sonaba en el Parque de la Ciudadela el mismo discurso que en el conjunto de España ha atraído a diez millones de españoles, a él se debía. Cuando, en medio de zancadillas y agotadoras conspiraciones de pasillo, el PPC conseguía titulares atractivos o lanzaba lemas demoledores que agitaban al establishment catalán, Sirera estaba detrás.

Junto con Alberto Fernández (encastillado y libre en el Ayuntamiento de Barcelona) y Xavier García-Albiol (un milagro de éxitos, frescura y optimismo para las filas más deprimidas –hasta ahora– del panorama político catalán), Sirera ha sido decisivo para la supervivencia con dignidad de una formación acosada sin tregua desde fuera y desde dentro. Para lograr tal cosa, ha asumido riesgos sin cuento. Afortunadamente, a veces en la política se hace justicia, y su batalla sorda y su resolución insobornable se han visto reconocidas con la presidencia del PPC.

Que nadie se engañe. "Crisis" no es la etiqueta que describe lo sucedido en las filas populares catalanas desde que Ángel Acebes llegara a Barcelona a principios de esta semana. Esto es un renacimiento, una nueva era, una oleada de alegría desbordante entre la militancia y unas ganas generalizadas de ponerse manos a la obra para ofrecerle a Mariano Rajoy el triunfo en las generales.

Aquí, en Cataluña, radicaba el agujero negro por el que se perdían los esfuerzos y proyectos de los populares. En el mismo lugar se yergue hoy una esperanza inmensa. Sin complejos ni mimetismos, con serenidad y solvencia, en castellano y en catalán, se va a demostrar que en España existe al menos un partido capaz de mantener las mismas ideas y valores en todo el territorio de la Nación.

En España

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