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EDITORIAL

Ahora para la UEFA el dinero es maligno

Lo que quieren los aficionados, que cada vez consumen más fútbol, no es ejercer de solidarios de salón ni reducir el sueldo de las estrellas de ese deporte, sino divertirse viendo un buen partido y emocionarse con sus colores.

Posiblemente ningún deporte merezca el calificativo de universal más que el fútbol. De ahí que, en cuanto legalmente ha sido posible y empresarialmente se ha visto claro, los mejores equipos del mundo hayan aumentado sus ingresos provenientes no de la actividad principal, que sigue siendo pegar patadas a un balón y, a ser posible, ganar al contrario, sino de la explotación de la "marca" del club, por medio, por ejemplo, de la venta de prendas deportivas o de licenciar su imagen para múltiples productos, de llaveros a toallas de baño.

A esto se le ha unido la irrupción de millonarios, muchos ellos provenientes de países del Este, que han comprado equipos históricos pero relativamente modestos con el objetivo de auparlos a las primeras posiciones del fútbol europeo, actividad empresarial cuyo ejemplo más paradigmático es Abramovich, propietario del Chelsea. Todo ello parece molestar enormemente a Michel Platini, gran jugador y actual presidente de la UEFA, que ha recalcado en una carta enviada a los presidentes y primeros ministros de Europa su deseo de liberal al fútbol de "la maligna influencia del dinero"

El discurso de Platini –que ideológicamente no hay duda de que agradará a Zapatero, siempre que se haga una excepción con el Barça de sus amores– es un compendio de lo más rancio de los valores de la izquierda europea. El dinero no es necesariamente malo, pues "ha estado siempre en el deporte" –pagando su sueldo como futbolista y ahora como dirigente de la UEFA, por ejemplo–, lo pérfido es que haya tanto dinero, que pone en peligro un "modelo deportivo basado en la solidaridad entre ricos y pobres, que es la única forma de garantizar los valores que deseamos".

Lo que quieren los aficionados, que cada vez consumen más fútbol, no es ejercer de solidarios de salón ni reducir el sueldo de las estrellas de ese deporte, sino divertirse viendo un buen partido y emocionarse con sus colores. Lo demás no son sino patochadas de personas demasiado ocupadas intentando justificar el cargo que ocupan. Porque eso, y no otra cosa, es lo que preocupa a Platini, que el dinero –es decir, el G-14, el club de los equipos más importantes de Europa, al que descalificó en mayo por "elitista"– termine por independizarse y convertir la UEFA en una organización innecesaria.

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