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Ignacio Villa

Zapatero no cambia

Si Zapatero con una mayoría exigua no ha soportado la crítica, ahora que dispone de una más amplia puede ser demoledor para la libertad de expresión.

Los resultados electorales del 9 de marzo nos dejan un mapa político que ofrece muchas y variadas lecturas. Para empezar, Rodríguez Zapatero ha ganado las elecciones. Lo ha hecho en votos y escaños. Pero una vez reconocido esto, lo cierto es que es una victoria más complicada de gestionar de lo que inicialmente parece.

El Partido Socialista no puede gobernar en solitario. Tiene ante sí dos bloques de pacto. Uno sería con Convergencia i Unió y el otro estaría compuesto por ERC, BNG y NaBai. En principio, la opción con menores sobresaltos para Zapatero sería con los convergentes, pero es verdad que esa alianza parlamentaria en Madrid podría provocar la ruptura del Gobierno catalán compuesto por PSC, ERC e ICV. Ambas posibilidades son viables, pero también conllevan una hipoteca muy alta. Y más cuando el Estatuto de Cataluña está pendiente del Tribunal Constitucional.

En estos momentos, y luego del claro mensaje de los ciudadanos que han dicho que quieren un Gobierno de carácter nacional sin hipotecas con los nacionalistas, Zapatero no lo tiene fácil, pero ciertamente la clave de esta legislatura la tiene el propio presidente del Gobierno. Rodríguez Zapatero ha puesto en marcha en la primera legislatura una serie de políticas sociales radicales y un cambio profundo en el modelo de Estado. Pero no por una cuestión de estrategia. Zapatero es así. Es un político radical, que no tiene reparo en fomentar la división y la fractura, que no ha tenido problemas para mentir las veces que ha querido y que ha marcado siempre la distancia con el Partido Popular.

Con estos antecedentes es muy complicado creerse que Zapatero se vaya a moderar. Hay que recordar que ha tenido varias ocasiones para hacerlo durante los pasados cuatro años y que ha sido él quien ha dinamitado todos los puentes que podían unirle con el PP; ha destruido todos los diques de contención para una sana convivencia y ha desmontado todo el andamiaje de seguridad de la España democrática. Todo lo que ha hecho lo ejecutó con frialdad y precisión, sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo. Absolutamente todo.

Así pues, empieza una nueva legislatura en la que Rodríguez Zapatero tiene que decidir cuáles serán sus socios. Después de cuatro años de Gobierno, el discurso del talante y del pacifismo ya está agotado. Le faltan recursos a la hora de gestionar el día a día, no tiene gente de calidad en su gabinete y no para de alimentar la exclusión del Partido Popular de la vida pública. Si Zapatero con una mayoría exigua no ha soportado la crítica, ahora que dispone de una más amplia puede ser demoledor para la libertad de expresión. No hay mucho motivo para tener esperanza en el cambio. Zapatero es como es y no va a salir de sus casillas. Estamos ante un presidente radical, al que España no le importa, y que antepone su propia supervivencia política a las cuestiones que nos afectan a todos. Esto es lo que hay. Nada más.

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