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María Clara Ospina

El crimen compensa

Lamentablemente, en Colombia el crimen trae riqueza, fama y empleo bien remunerado, hasta un escaño en el Congreso, como lo hemos visto en los recientes descubrimientos sobre la "parapolitica".

No debe sorprendernos el alto porcentaje de paramilitares y miembros de otros grupos desmovilizados que se están reintegrando a la delincuencia. Estos hombres y mujeres no encuentran trabajo fuera de la delincuencia. No tienen experiencia laboral y el hecho de haber formado parte de grupos terroristas no es una buena carta de presentación. La oferta de empleo para estas gentes es escasa, por no decir inexistente en Colombia. Si no hay trabajo para los ciudadanos comunes, quienes no han delinquido, mucho menos para ex criminales. Cerca de 6 millones de colombianos viven del llamado “empleo informal”, o sea, se las tienen que arreglar vendiendo de todo en los semáforos, o en “trabajos varios”, es decir, en lo que salga para ganarse unos centavos.
 
El Gobierno ofrece un subsidio mensual a los desmovilizados para su subsistencia, mientras encuentran trabajo, pero es una suma insuficiente para vivir. Por otro lado, ellos saben que si regresan a la delincuencia pueden ganar varias veces esa cifra. Además, empuñar un arma es lo único que saben hacer. La muerte no les asusta, están acostumbrados a ella. La inactividad personal y el desprecio con que son tratados en sus comunidades no les agradan. No han encontrado en la “paz” lo que ellos esperaban. ¿Por qué no volver a lo que conocen y les da mayores ganancias?
 
Además, parecería que en Colombia una vida dedicada al terrorismo, secuestro, asesinato, trae no sólo dinero sino prestigio. ¡Hay que ver el despliegue mediático dedicado a Tirofijo después de su muerte! Cualquiera diría que murió el héroe máximo de la patria. No creo haber visto tal difusión después de la muerte de un político honesto, un artista, sacerdote, intelectual o científico colombiano. Los medios se volcaron a hablar de ese asesino. Ríos de tinta examinaron cada segundo de su vida, desde que le robaron unos marranos y unas gallinas en su juventud, hecho que lo llevo a conformar un grupo de bandoleros en tiempos de la violencia partidista, hasta que murió en brazos de su amante en la selva.
 
Es comprensible que se destaque la muerte de un hombre que ha tenido en jaque al país durante cinco décadas, pero ese despliegue y el que se le ha dado a su sustituto Cano nos da razón a los que pensamos que en Colombia el crimen compensa. Lamentablemente, trae riqueza, fama y empleo bien remunerado, hasta un escaño en el Congreso, como lo hemos visto en los recientes descubrimientos sobre la “parapolitica”.

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