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Juan Carlos Girauta

El coñazo

A ver si al final don Mariano –misterio y traspié– escondía otro Mariano menos envarado, más gamberro, un tipo a la pata la llana, una especie de adolescente aparcado en la indolencia (con lo que ya serían dos, Rodríguez y él) en la enfermiza naturalidad.

¿Es un coñazo el desfile militar? ¿Y la fiesta nacional? Depende. En cuanto supe del último desliz microfónico de Rajoy –ensoberbecimiento y rémora–, me vino a las mientes Georges Brassens y su Mauvaise réputation: Le jour du Quatorze Juillet / Je reste dans mon lit douillet. / La musique qui marche au pas, / Cela ne me regarde pas. Sólo que nunca lo hubiera imaginado del registrador. Necesita uno un tiempo para hacerse a la idea.

A ver si al final don Mariano –misterio y traspié– escondía otro Mariano menos envarado, más gamberro, un tipo a la pata la llana, una especie de adolescente aparcado en la indolencia (con lo que ya serían dos, Rodríguez y él) en la enfermiza naturalidad. Bien, bien. No lo critico. Pero insisto en que hay que acostumbrarse.

Pajín ha sido la primera en buscarle las cosquillas a cuenta del "coñazo", extendiendo muy temerariamente a cualquier asunto público una opinión que, de momento, parece circunscrita a los actos castrenses. Nadie dijo nunca que fueran divertidos. Sospecho, sin embargo, que el PSOE va a fracasar si explota demasiado la tontería. No vaya a ser que, de repente, la mauvaise (et nouvelle) réputation de Rajoy –sorpresa y medro– lo humanice (que diría un publicista) a ojos del progrerío. ¡Mira por dónde! Pero si es como nosotros. Qué simpaticote.

Reconozcamos que en el Gobierno servía para un roto y para un descosido. Quien ha llevado Administraciones Públicas, Educación y Cultura, Presidencia e Interior puede llevar cualquier cosa. Versátil, poliédrico o contorsionista, sólo hay dos tipos humanos que den tanto de sí en la cosa pública: el que nace para esto y se lo cree (qué sé yo, un Martín Villa cualquiera) y el que nace para esto y no se lo cree. Resulta que al segundo grupo estaba adscrito el muy pícaro. Puede que, ya en la oposición, no alcance jamás su objetivo declarado, pero siempre puede decirse para sus adentros: Je ne fait pourtant de tort à personne, / En suivant les ch'mins qui n'mènent pas à Rome.

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