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Amando de Miguel

El nacionalismo se cura leyendo

El bilingüismo es un hecho histórico y natural de una buena parte de la nación española. Hay que respetarlo, como hay que respetar que en toda España existe el derecho a recibir la enseñanza en castellano.

Jesús Lainz me envía una fotografía de la casa de Santiago Abascal en la que figura este letrero "Abascal Etxea". Don Jesús añade, con ironía, que alabamos el buen gusto de Santiago Abascal. Pues aquí estoy para alabar ese buen gusto pero sin ironía. Don Santiago (Santi para los amigos) es vasco y español por los cuatro costados. Su defensa de la nación española le cuesta vivir permanentemente amenazado por los nacionalistas terroristas. Estoy con don Santiago en que no debe confundirse la nación con el idioma. Los españoles todos tienen derecho a utilizar el idioma español, pero los vascos tienen también el derecho a utilizar el vascuence si así lo consideran. El bilingüismo es un hecho histórico y natural de una buena parte de la nación española. Hay que respetarlo, como hay que respetar que en toda España existe el derecho a recibir la enseñanza en castellano. Me parece estupendo que la casa solariega de don Santiago lleve el título de "Etxea" (= casa) si así le peta a sus moradores. Esa opción nada empece la opinión que tengan sobre la nación española. Espero que a don Jesús no le disguste que en mi casa figure este título en su portada: "Cámelot". Es clara la alusión a la leyenda del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda. No creo que, por ese símbolo, pueda ponerse en duda mi adscripción a España como cultura y nacionalidad o mi aprecio por la lengua española.

Escrito lo anterior, me llega un comentario de don Jesús con el estrambote de que lo de "Abascal Etxea" era una broma. He picado.

Inacio Galán y González declara que lo expresado aquí por mí "sobre la lengua asturiana, he de decirle que me ha ofendido profundamente". Mi artículo le confirma que "hay muchos supuestos patriotas españoles como usted, que no creen en la España real, la España plurilingüe en la que todos nos respetamos y en la que todos somos responsables de que su patrimonio lingüístico y cultural sobreviva". Vaya por Dios. Está visto que el nacionalismo lingüístico nubla las mentes más ecuánimes.

Jordi Tremosa redarguye "A diferencia de lo que cree usted, los nacionalistas catalanes preferimos la denominación ‘español’ para referirnos a la lengua oficial de España y que por cojones tenemos el deber de conocer y el derecho de usar. Si usáramos ‘castellano’ estaríamos aceptando que el catalán es otra lengua española junto al vascuence y el gallego. Quizás usted cuando ha usado el adjetivo ‘nacionalistas’ en su artículo Sobre las lenguas de los españoles pensaba en los regionalistas de CiU (que son españoles)". 

En donde se ve lo complicado que resulta el nombre adecuado del único idioma que manejan prácticamente todos los españoles, incluido don Jordi.

Agustín Fuentes me escribe un largo memorial sobre lo ridículas que resultan algunas posturas nacionalistas y las contrapone a su sentimiento de ser español. Concluye "Veo más claro por qué los otros son como son: egoístas, ególatras, egocéntricos, oportunistas interesados, localistas irredentos; a veces, como decía la señora condesa, bonitos jardines con tapias muy altas, opresivos y estériles, bichos raros ajenos a su tiempo y a sus circunstancias, miradores de ombligo colgados en un tiempo inexistente, maestros del mantenella y no enmendalla, soberbios hasta la necedad y necios hasta el surrealismo más estridente. Mire, quizás es que, los que no pensamos como ellos, es porque somos todo, o casi todo, lo contrario".

Jordi Cabanes (Barcelona) me envía un estupendo testimonio que transcribo emocionado:

Le escribo para aportar una explicación que creo que puede dar luz al origen de la expresión "en el quinto coño" que plantea Luis Martin Jadraque. Pero no sin antes confesarle una cierta disposición personal, me llamo Jordi Cabanes, y soy profesor en el Abat Oliba-CEU de Barcelona. Hace mucho tiempo yo no era creyente y además era nacionalista. De esa época recuerdo una cierta animosidad contra todo lo que viniera de Madrid y de la COPE. Por suerte Cristo se cruzó en mi vida, me convertí al catolicismo y, no menos por fortuna, en el proceso de revisión cultural al que sometí a mi intelecto, descubrí que aunque no es intrínsecamente malo ser independentista (por ejemplo en el caso de Timor Oriental) en el caso de Cataluña el independentismo se presenta asociado a un laicismo (cristófobo incluso) y a una negación de la tradición y la Historia que lo convierte en doblemente perverso: negador de la verdad (histórica, social y moral) y de la Verdad. Por eso no puedo dejar de contárselo, a riesgo de aburrirle, porque algunos de ustedes no dejaron de ser, en lo más crudo de mi crudo invierno, un auténtico referente para mí. Incluso cuando les escuchaba para conocer "los argumentos del enemigo".

Muchas gracias por ello, de verdad. Pero vayamos al asunto:

A mi entender la expresión "en el quinto coño" es una deriva soez (más fuerte y más expresiva, por lo tanto) de una expresión del castellano de Cataluña "en el quinto pino" que a su vez es una adaptación de la expresión catalana "a la quinta forca" de origen barcelonés.

Como era habitual en el sistema penal de la época moderna, los cadalsos de la ciudad se situaban progresivamente en los caminos que se acercaban a la ciudad para que quedase claro a los forasteros que allí se hacía cumplir la ley. El sistema barcelonés contaba con cinco cruces de caminos, desde la plaza del Pi de Barcelona hasta el llamado "de la Trinidad" (hoy un barrio situado en la Meridiana), donde se situaban sendas horcas. Como la responsabilidad de las autoridades se acababa con la ejecución y los cadáveres quedaban expuestos durante muchos días, en la Iglesia del Pi se había fundado una cofradía –la "Confraría de la Sang", de carácter privado­­– cuya misión consistía en dar cristiana sepultura a los ejecutados. Para tal efecto se organizaban periódicas procesiones que, a pie, recorrían la distancia entre la sede y las horcas, recogiendo ("amorosamente" según expresión de una crónica contemporánea) los cadáveres y rezando por la eterna salvación de sus almas. Naturalmente, la horca de la Trinidad caía especialmente lejos y se fue identificando como paradigma de una gran ­y molesta distancia. La centralidad de Barcelona traspasa la expresión al catalán en general y a su vez al castellano de Cataluña. El motivo del cambio de ‘horca’ a ‘pino’ pertenece, en mi caso, al terreno de las conjeturas. Probablemente se deba a la cacofonía que se produce (al menos para un oído catalán) en "la quinta horca". Aunque no hay que descartar que el instrumento físico de la ejecución no fuese una horca construida, como las que nos suministra cierta iconografía (incluida la popular con el famoso juego de "el ahorcado") sino simplemente una horca natural, y para ello el pino parece un mejor candidato que el roble. Al menos por lo que sé de la flora histórica del plano de Barcelona y del Vallés. Espero que esta explicación sirva a todos los libertarios y le agradezco una vez más la influencia que ha ejercido y ejerce en mí su espíritu liberal ­–en el sentido clásico– y su amor por la verdad.

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