El sensacionalismo, la iconización con brocha gorda, ha funcionado siempre para la izquierda: funcionó contra Bush, funciona con Obama, funcionó con los Kennedy como escribe Cristina Losada, funcionó contra Goldwater y, en menor medida por su carácter mediático, con Reagan. Puede que algunos formen criterio al margen de esta propaganda, pero su influencia en el grueso de los votantes es lenta y tenue.
De entre los obamitas hay que diferenciar a quienes perciben la demagogia y el fascismo, pero los aceptan maquiavélicamente, con más o menos autoengaño, y a quienes son simples marionetas de los mass media, sin capacidad de reflexión.
Con los recursos adecuados, y una buena comercialización, puedes ganar las elecciones. Pero sin foros de encuentro donde contrastar las ideas, donde valorar las políticas a la luz de los hechos y de la razón, no podremos sacar lecciones universales, nuevos paradigmas que superen viejos debates, para abrir otros, claro. La política que vivimos es como una fiesta de no-cumpleaños con diálogos para besugos. ¿Qué ciencia es esta que no tiene ningún interés en establecer métodos de trabajo? ¿Dónde está el reto intelectual en argumentar sólo para reafirmar al que está convencido, o irritar al que discrepa?
¿Y quien debe cambiar eso? Entre los competidores, los pocos partidos que se reparten el mercado carecen de incentivos para hacerlo. Sólo nuevos partidos podrían perseguir un cambio, pero nuestros sistemas electorales son suelo estéril, ¿cómo explicar sino que haya sensibilidades no representadas, que nos veamos obligados a votar con la nariz tapada?.
La prensa, en cambio, dispone de los medios para cambiar el marco del debate, y del incentivo para innovar, pero sigue sumida en el conformismo y los viejos usos. La responsabilidad de crear un nuevo marco de debate recae en los medios de internet pero, a pesar de que relatan y juzgan continuamente cómo se reinventan otros sectores, ellos se niegan a dar ese paso que, a cambio de tan poco esfuerzo, puede llevarnos tan lejos. No es inversión lo que falta, no es acceso al público, ni la identificación de una demanda insatisfecha. Falta únicamente la decisión de aplicar imaginación y ambición para exigir y crear un complemento que aporte objetividad, contraste de compromisos y hechos, seguimiento a largo plazo, comparación de prioridades, y que se ajuste al prisma del lector sin perder fiabilidad.
Que no teman al cambio, una herramienta así beneficiaría al periodismo de columnas y teletipos.
Además de crear ese espacio para el acuerdo, para el avance dialéctico, tiene otra ventaja: rompería con el statu quo de nuestra partitocracia. Permitiría un rápido time to market en el planteamiento de nuevas ofertas políticas. Daría voz a cualquier nuevo candidadato. Ahora sólo se escucha el mensaje de los grandes, de quienes ya están consolidados o tienen los fondos para presentarse. Nuestra política vive en la era de la televisión, sólo se oye lo que los más poderosos transmiten y aún así no podemos evitar la confusión; cambiemos a la era de internet, la era de la diversidad y de la capacidad de selección en manos del usuario.
Obama es como zapatero pero en negro. La diferencia está en que los americanos, en cuanto a idiocia se refiere, no son como los españoles y , o le obligarán a cambiar como ya están haciendo, o le echarán. ¡Y que todavía haya legiones de bípedos que se permitan criticar a EEUU!. ¡Ya quisiéramos ser un país así!
"Durante meses, el muy ilustrado, descreído y sabelotodo mundo occidental pasó a creer fervientemente en un simple ser humano como si fuese casi un mesías."
Qué enorme verdad!
Los meses que fueron de septiembre a febrero fueron casi pornográficos. Recuerdo a Carrillo en la SER derritiéndose con el discurso de investidura de Obama