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Alberto Acereda

A cuestas con la mentira

Este retablo de las maravillas diseñado por Reid-Pelosi-Obama sobre la reforma sanitaria no busca realmente ayudar a los ciudadanos, sino controlarlos: limitar su libertad cediendo al Gran Gobierno la supervisión de todo un sistema.

Si primero se cargaron la industria automovilística y luego intervinieron los bancos, rompiendo con el libre mercado, Obama y sus devotos del Partido Demócrata –los obamócratas– andan ahora como locos buscando los sesenta votos necesarios para aprobar en el Senado de los Estados Unidos otra versión más del infame proyecto de ley de "reforma" de la salud. El ilegible monstruo lo querían aprobar en julio sin haberlo leído; tuvieron que cambiarlo; luego se les complicó todo y lo pospusieron a septiembre. Después, para noviembre y ya estamos casi en Navidad. Así que andan nerviosos, desesperados y a cuestas con la mentira. Como Pelosi ya movió ficha, le toca ahora a Harry Reid.

Aprobar este proyecto de ley en el Senado les permitirá a los demócratas lanzar un proyecto de ley definitivo que todavía faltará combinar con el aprobado en la Cámara de Representantes y aprobar así lo que para los obamócratas es algo histórico: una ley de "reforma" sanitaria que acabaría con el actual sistema de salud norteamericano y que les garantizará que al menos un billón de dólares (un trillón en términos norteamericanos) pase inmediatamente a manos de los burócratas de Washington. O sea, menos libre mercado y menos libertad para el individuo.

Como eso es lo que les pone a estos obamócratas, es por eso que el líder del Senado y gran faldero presidencial, Harry Reid, anda nervioso. Este es el lince político que en 2007 ya nos aseguró que la guerra de Irak la habíamos perdido y que lo del general Petraeus no iba a funcionar. Como en menos de un año Reid se juega su reelección como senador y en su estado –Nevada– la cosa le pinta fea, anda intentando convencer a los norteamericanos de que el nuevo sistema sanitario que se votará en el Senado estos días no es un sistema público, sino privado, pero uno que en cualquier caso lo controlará la Oficina de Personal de Washington, o sea otra agencia gubernamental de ominosa burocracia.

Como a Reid no le cree casi nadie, ni tampoco algunos de su mismo partido, le faltan todavía algunos votos para alcanzar los sesenta necesarios. No le será difícil comprarlos como hizo recientemente con el de la también demócrata Mary Landrieu en Luisiana. Entretanto, para disimular y seguir a cuestas con la mentira, esta semana Reid comparó a los republicanos que se oponen a su proyecto de salud con aquellos políticos que en el pasado apoyaron la esclavitud, se opusieron al sufragio femenino y al movimiento por los derechos civiles. Como muestra este vídeo, Reid se refería explícitamente a los republicanos asegurando que nunca estuvieron en el lado correcto de la historia, ni antes con el tema de los derechos civiles, ni ahora con su oposición a este proyecto.

En su desesperación, o Reid desconoce la historia o lo disimula porque así se lo ha mandado hacer Obama. Cualquiera sabe que precisamente fue el Partido Republicano el que –bajo el impulso de Abraham Lincoln– acabó con la esclavitud. En cuanto a los derechos civiles, fueron también los senadores del Partido Demócrata, particularmente los de los estados sureños, quienes en 1964 montaron una energúmena oposición que duró hasta 83 días para impedir la aprobación de la Ley de Derechos Civiles. El líder de quienes por entonces se oponían con más fuerza a aprobar esos derechos civiles no era otro que Robert Byrd, un demócrata noventón todavía hoy en el Senado y en las filas de Reid, quien –por si fuera poco– fue antecesor en el actual puesto de Reid.

A cuestas con la mentira, Reid también pasa por alto que en esto de oponerse a la libertad, sus colegas de partido tienen humillantes ejemplos de hipocresía: como el padre de Al Gore, el senador Albert Gore Sr., otro opositor de los derechos civiles; como el mentor de Bill Clinton, el famoso J. William Fulbright, que pese a sus hoy famosas y cacareadas becas, también se oponía a la igualdad de derechos. Y lo mismo otros antecesores de Reid y estos obamócratas, como Lester Maddox, Bull Connor y esos otros demócratas que tanto odiaron a Martin Luther King, Jr.

Con la mentira a cuestas anda Harry Reid, el Partido Demócrata y el propio Obama junto a Pelosi a fin de aprobar como sea esta ley sobre la atención médica. Bajo el guiño de pretender buscar el bien general por vía de la salud para todos, se dejan de explicar muchas cosas. Cualquier persona honesta apoyaría una reforma si realmente ésta ayudase a todos los ciudadanos a obtener una atención sanitaria de mayor calidad, pero dicho objetivo resulta imposible si no se permite que el desarrollo de tal reforma se haga sobre la base de la libertad de mercados, como ya han propuesto varios políticos republicanos y otras tantas fundaciones liberal-conservadoras. Ni que decir tiene que dichas propuestas han sido una y otra vez ignoradas por los obamócratas.

Ocurre que este retablo de las maravillas diseñado por Reid-Pelosi-Obama sobre la reforma sanitaria no busca realmente ayudar a los ciudadanos, sino controlarlos: limitar su libertad cediendo al Gran Gobierno la supervisión de todo un sistema que constituye la sexta parte de la economía estadounidense. Como en el retablo del entremés de Cervantes, las cosas no son lo que parecen. Porque quienes hoy están intentando aprobar a toda costa este abominable proyecto de ley buscan cercenar la libertad del ciudadano. Curiosamente, son los mismos que –contra lo que pregona Reid– hace casi medio siglo quisieron también quebrar esa libertad intentando vetar la ley de derechos civiles.

A cuestas con la mentira. A cuestas con un proyecto fraudulento para seguir agigantando al Gran Gobierno. A cuestas con el fraude para engolfar más aún la burocracia de Washington y satisfacer a sindicatos y a grupos de variado pelaje que exigen ahora el pago de favor adeudado por Obama.

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