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Florentino Portero

La torpeza como imagen

Difícilmente podremos quitarnos en mucho tiempo el sambenito de Estado irresponsable, de socio poco fiable para colaborar en la dirección de los asuntos europeos.

La publicación casi simultánea en distintos medios de comunicación europeos de artículos sobre la penosa imagen de España en el momento en que asume la Presidencia de turno de la Unión ha desatado una lluvia de comentarios. Es normal que así sea y no sólo por lo que pueda afectar a la autoridad de nuestros dirigentes cuando tengan que presidir comisiones o tratar de forjar acuerdos. En realidad lo que más ha impresionado a nuestros comentaristas y lectores es que ¡al fin! por ahí fuera se han enterado de quiénes son los que nos gobiernan.

Vaya por delante que me parece injusta la posición de algunos de esos medios y, muy especialmente, la del supuestamente más prestigioso de ellos, el británico Financial Times. Durante los años de bonanza económica, cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero vivía de la herencia recibida y ensayaba batallas culturales de distinto tipo, el periódico de la cadena Pearson no hacía ningún esfuerzo por moderar sus desmedidas simpatías hacia nuestro presidente, al que veía como exponente de una nueva izquierda que contrastaba tanto con la derecha liberal y atlantista de José María Aznar como con los restos de la "tercera vía" representada por Tony Blair. A pesar de las quejas de muchos de los suscriptores españoles y consciente de que las crónicas que llegaban desde Madrid no respondían al nivel de exigencia que un periódico como ese debería tener, la dirección continuó amparando ante el mundo a nuestro presidente. Ahora, a la vista de los resultados de cinco años de Gobierno, al elitista Financial Times le incomoda su pasado apoyo y, ya que no puede alterar la hemeroteca, se esfuerza en romper la imagen positiva de nuestro Gobierno que ellos mismos han contribuido a crear. Rodríguez Zapatero no es ahora más irresponsable, ni más frívolo, ni más torpe. Es el mismo. La diferencia es que ahora son evidentes las consecuencias de aquellos actos que con tanta irresponsabilidad, frivolidad y torpeza el Financial Times apoyó y presentó ante el mundo como ejemplo de modernidad. 

Que otros muchos medios que han mantenido una distancia prudente con nuestro Gobierno ahora constaten lo evidente es normal, es lo que cabía esperar. Muchos españoles podemos sentirnos mejor comprendidos por nuestros vecinos, pero no por ello más felices. Difícilmente podremos responder a la pregunta más obvia que esos mismos vecinos nos van a hacer: "¿Y ustedes por qué eligen gente así para administrar sus pensiones, su sanidad, su educación... su futuro?". No hay más remedio que reconocer que se debe a que la mayoría de los españoles se sienten bien representados por esta "tropa". El que Europa haga justicia con nuestros gobernantes no nos liberará de la culpa de haberlos elegido en dos ocasiones, de tener una oposición penosa que no es capaz de ilusionar más que a los que esperan ocupar algún puesto en una futura administración popular, de mantenernos de brazos cruzados ante la destrucción de tejido empresarial y de millones de empleos. Difícilmente podremos quitarnos en mucho tiempo el sambenito de Estado irresponsable, de socio poco fiable para colaborar en la dirección de los asuntos europeos.

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