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EDITORIAL

Veinte años de fracaso de la LOGSE exigen un cambio

Casi todo se resume en lo mismo: libertad de elección. Libertad para escoger el centro, público o privado, donde aprender en la lengua que se prefiera y con la opción pedagógica que se considere más apropiada: cheque escolar.

Entre tantas malas noticias, es un alivio que el PP se haya decidido a hacer oposición en un asunto tan importante como es la educación. Siendo urgente un relevo en el Gobierno por la necesidad que tiene España de un giro completo en materia económica, el penoso estado de nuestro sistema de educación es, a largo plazo, crucial; también para la economía. Resulta ridículo que Zapatero pretenda cambiar el modelo productivo del país y centrarse en la I+D cuando estamos produciendo universitarios con graves problemas para leer y escribir.

Sin embargo, en su rueda de prensa de este jueves, el ministro Gabilondo ha dejado claro que cree que España "tiene un buen sistema educativo", así que resulta comprensible que haya propuesto un texto que en enfoque e importancia parece equiparable a lo que la foto de Zurbano ha supuesto para nuestra economía. Un montón de medidas menores, cosméticas, que no atacan el fondo de los problemas de la educación española. Problemas que arrancan de una pedagogía que ha arruinado las posibilidades de futuro de millones de españoles, especialmente aquellos cuyos padres carecen de recursos para paliar los efectos de la LOGSE.

Resulta ridículo que los socialistas persigan ahora "estabilidad normativa" cuando frenaron las tímidas reformas del PP por medio de un decretazo. Pero aunque pudiéramos darles el beneficio de la duda, privilegio que desde luego no merecen, un mero vistazo al pacto o a las declaraciones de Gabilondo dejan claro que no han estado dispuestos a ceder ni un milímetro a las principales reivindicaciones del PP, léase, que el sistema educativo vuelva a centrarse en la enseñanza y no en seguir dejando en evidencia el fracaso pedagógico del socialismo y que los alumnos puedan aprender en castellano en toda España si los padres así lo quieren.

Para Gabilondo acabar con el modelo fracasado de la LOGSE no es "realista". Pero veinte años después, con tres gobiernos distintos al mando, difícilmente puede calificarse de realista el empeñarse en mantener esa fantasía pedagógica progre. Para Marchesi y sus herederos, los maestros pueden ser facilitadores, pero debe ser el alumno el que "descubra" los conocimientos, como si éstos no hubiesen sido el producto de siglos y siglos de descubrimientos de las mejores mentes de cada momento de la historia de la humanidad, cada uno de los cuales pudo llegar más lejos gracias a que se subieron a los hombros de gigantes, sus predecesores. Los conocimientos se enseñan, y ningún sistema educativo que ignore esa realidad tan básica puede tener éxito.

Por otro lado, resulta increíble que a estas alturas haya que insistir en que en los colegios e institutos públicos españoles se pueda aprender en el idioma común de todos los españoles. La libertad de elegir no sólo debe referirse al centro educativo, como por otra parte también ha reclamado sin éxito el PP, sino también a una herramienta tan básica como es el idioma. Por razones puramente educativas, pues pelear con un idioma que no es el materno añade muchas dificultades al aprendizaje, como de mero sentido común: si el nacionalismo emplea la lengua para separar, un Gobierno nacional debería utilizarla para unir.

Claro que poca esperanza puede quedar para que se haga luz en este oscuro asunto cuando el propio PP, que se declara adalid de la libertad de escoger el castellano en toda España, impide esa posibilidad en las regiones bilingües donde gobierna: Galicia, Valencia y, cuando estaba en el Ejecutivo, Baleares.

Al final todo, o casi todo, se resume en lo mismo: libertad de elección. Libertad para escoger el centro, público o privado, donde aprender en la lengua que se prefiera y con la opción pedagógica que se considere más apropiada. Cheque escolar, para impedir que los pedagogos puedan aprovecharse de quienes menos tienen para sus experimentos. Autoridad para el profesor, para impedir que los alumnos conflictivos obstaculicen el aprendizaje de los demás. El ridículo pacto propuesto por Gabilondo no avanza ni un milímetro en esa dirección. Bien rechazado está.

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