Recomiendo leer "El Otro Sendero", de Hernando de Soto. Su equipo y él analizaron cómo la informalidad logró colarse y vestirse de legalidad cuando a los municipios se les ocurrió "reubicarlos" y cobrarles a los informales permisos para ejercer su actividad.
Actualmente Lima es una ciudad llena de megamercados y hasta barrios enteros dedicados a negocios informales de este tipo, como venta de objetos falsificados, copias no autorizadas de música y películas, animales prohibidos o robados, contrabando, objetos robados, autopartes robadas, etc.
La fuerza de estas masas es tal que nadie se mete con ellos. Sus negocios arruinan a los formales y sus tentáculos corrompen a cualquier autoridad que pueda representar un riesgo para su quehacer. Mientras tanto, los negocios formales van en picado. Esto sin contar la delincuencia necesaria para dotar de suministros al negocio.
¿Y cómo empieza esto? De a poco, como dice el argentino Enrique Pinti (buscar en youtube). Por dejar a "unos cuantos pobres diablos ganarse la vida, total la cuantía de su delito es mínima".
Hace ya 3 años, paseando por Oviedo un domingo temprano me crucé con un Mercedes último modelo. De su maletero varios africanos (de aquellos que les manda el gobierno directo del cayuco por ser municipio del PP) sacaban sacos de discos para el Top Manta del día. Apuré el paso, no fuera a meterme en problemas con el capo.
Eso está muy bien,siempre que eximan de pagar impuestos al resto de los comerciantes.