Curioso es el origen que le otorga Rodriguez Zapatero al despliegue militar que la coalición internacional está llevando a cabo en Libia para frenar los crímenes de Gadafi contra su población. En su comparecencia ante el Pleno del Congreso nombró en varias ocasiones al Consejo Europeo y a su reunión extraordinaria del 11 de marzo como el germen que llevó a la resolución 1873 del Consejo de Seguridad. Curioso porque por entonces París y Londres ya andaban definiendo el borrador y legitimando a los rebeldes libios. Debe ser de los pocos, sino el único, que ha tenido buenas palabras con los europeos por su reacción, o más bien su falta de ella, ante la situación del país africano. Es más, en otra parte de su intervención en el Congreso, Zapatero volvió a mencionar "el acuerdo europeo" como una de las condiciones necesarias para la intervención militar de España. ¿Alguien ha visto un acuerdo europeo por alguna parte? Nosotros no.
Aparte de que se agarró a un europeísmo exacerbado sin ningún sentido, apeló –al igual que haría posteriormente Alonso– a lo que se llama en el ámbito internacional la "responsabilidad de proteger" como principio subyacente en la resolución de Naciones Unidas. Un paso que sus asesores no han calculado bien, porque es delicado por su ambigüedad, por su escasa o nula aplicación –al menos hoy en día–, y porque se trata de un concepto que pretende ser vendido ante la opinión pública internacional como una nueva norma en las relaciones internacionales para autorizar las acciones militares por motivos humanitarios. Un concepto este de "la responsabilidad de proteger" que teóricamente implica tres tipos de responsabilidades: de prevenir, de reaccionar y de reconstruir. Y si empezamos a detenernos es cada uno estos tres aspectos, y vemos lo que ha hecho la comunidad internacional y lo que está dispuesta a hacer España, el presidente del Gobierno se puede meter en un lío del que no va a saber salir.
En general, la intervención de Rodríguez Zapatero para pedir la ratificación de la participación de fuerzas españolas fue cansina y con escasa información adicional y relevante, como lo que va a costarnos dicha acción. Eso sí, sabemos que por el momento el despliegue militar para garantizar la zona de exclusión aérea es de un mes, y de tres para aseguramiento de un embargo que aún no está claro quién lo va a liderar. Nadie le preguntó por qué poner fecha al compromiso –aunque con muchas posibilidades de renovación–, sobre todo cuando en el comunicado de la Cumbre de París que él mismo firmó se dispone "un compromiso (de todos los firmantes) para el largo plazo". Además, el mismo comunicado confirma el firme apoyo al Consejo Nacional Libio, es decir, que reconoce su legitimidad como representante del pueblo libio, pero Zapatero ni les mentó en su comparecencia. Y eso que repitió una y otra vez su intención de facilitar las aspiraciones del pueblo libio, aunque no se sabe cómo.
El resto de las intervenciones tampoco dieron mucho juego, aparte de mencionar las consabidas dudas sobre el liderazgo actual y futuro tanto de la zona de la exclusión aérea como la del embargo, las limitaciones de la misión y el débil apoyo de los países árabes. Rajoy apelando a su "no lo digo yo sino..." –como hizo en la comparecencia sobre Afganistán– y sin atreverse a hablar de Irak, mostró desinterés y carencia de un "argumentario" cuando de política exterior, y de seguridad y defensa se trata. Y Llamazares con su "no a la guerra" y la búsqueda de las potencias por el control del petróleo volvió a quedarse anticuado en sus argumentos.
Mientras, la guerra continúa. Un caza norteamericano F-15 cayó en suelo libio y, aunque parece que no va a ser el caso, ¿podrían entrar efectivos extranjeros en Libia para salvar a un piloto caído, o violarían el punto cuatro de la resolución 1973 en el que se excluye "la ocupación del territorio libio bajo cualquier forma"? No todo está claro en esta guerra... además de la intervención de España.

