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Alberto Gómez

EREs de los nuestros

El problema no es que la PSOE sea corrupta (¿qué no lo es?). El problema es que sea desleal. Por eso es tan obscenamente corrupta.

Es legendaria la devoción de los socialistas por los suyos. Palabrean en los micrófonos sobre su sacrificio por la colectividad mientras la ordeñan en sus despachos. Y es que detrás de cada uno de de sus exhibiciones de bonhomía está el homínido sectario, mentiroso y egoísta del que procedemos.

La mente humana vino a la existencia en el seno de un grupillo totalitario –llamado tribu– para practicar el deporte extremo de sobrevivir trincando de lo que se podía pillar afuera; y eso a día de hoy se sigue notando: el nepotismo y el amiguismo son tan naturales como el gusto por los dulces.

Si lo natural es siempre lo bueno, como dicen los anuncios, entonces un pandillero con navaja es un santo. Es tan antinatural no robar a desconocidos como lo es vivir hasta los 80 (de hecho, ambas cosas van unidas). Para reprimir nuestros instintos tribales hemos adoptado distintas estrategias. Desde seguir los textos bíblicos–que han conformado la religión y los códigos civiles durante 3.000 años y que piden honrar a familia y amigos... mientras no sea a costa de los demás– a buscarles salidas benignas, por ejemplo pelear detrás de un balón de fútbol. Pero todo esto son innovaciones culturales recientes, en conflicto constante con nuestras tendencias tribales innatas.

De hecho, la tribu reaparece a las primeras de cambio: verbigracia, con la figura del sectario que se lleva por delante las leyes divinas y humanas en nombre del "progreso". Es lógico que sea el primero que se ponga a robar para los suyos. Esa deslealtad destruye los valores que fundan la sociedad y el abrigo de ésta se pierde. Entonces la gente busca una tribu en torno a cualquier excusa vieja o nueva que prometa algo: algún botín. Ahí, en el sálvese quien pueda, ya no se juega la clasificación, sino la comida o incluso la vida. Surgen chorizazgos aldeanistas que compiten en una liga en la que los Corleone juegan en segunda división y las pandillas juveniles en tercera regional. Se trata de juegos que sólo tienen dos reglas: dentro de la tribu, lealtad absoluta; fuera de ella, todo vale. Esto es lo que Ortega llamó desvertebración. El problema no es que la PSOE sea corrupta (¿qué no lo es?). El problema es que sea desleal. Por eso es tan obscenamente corrupta. Por lo menos, los Corleone no engañaban.

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