Menú
EDITORIAL

La casta no viaja en turista

¿Cómo pretenden que respetemos los enormes sueldos y las cuantiosas dietas de unos representantes a los que nadie, ni siquiera quienes los han puesto ahí, toman en serio?

La casta política que rige nuestros destinos parece en ocasiones completamente ciega y sorda ante lo que piensan y sienten hacia ellos los ciudadanos, que son quienes les pagan, quieran o no. Vivimos en una época difícil, una crisis durísima, que ha provocado que el paro aumente a niveles felipistas. Ante las dificultades, los políticos han recortado pensiones y sueldos y nos han subido los impuestos. A cualquier persona con sentido común le puede parecer obvio que, en tal situación, lo mínimo que podrían hacer es ajustarse ellos el cinturón. Aunque fuera un poco.

Pero no. Partidos y sindicatos siguen generosamente sufragados con nuestro dinero, y grupos privilegiados como el del cine no han visto menguar sus ingresos provenientes de nuestros bolsillos. Los ciudadanos, con razón, perciben como privilegiados a quienes viven a espaldas del mercado, es decir, sin producir bienes y servicios por los que otros pagan voluntariamente. Si además estos se embolsan cantidades muy por encima de lo que percibe un asalariado medio, y disfrutan de prebendas especialmente apetitosas, el escándalo está servido.

No otra cosa ha sucedido con la negativa de los eurodiputados a dejar de viajar en business y hacerlo en clase turista. Ni siquiera se ha protestado por el hecho de que les paguemos los viajes, cuando lo normal para el ciudadano de a pie que se marcha a trabajar al extranjero es pagarse la residencia en su nueva ciudad y los viajes para visitar a la familia de vez en cuando. Lo que indigna es que nos obliguen a sacrificarnos los mismos que consideran una necesidad irrenunciable volar en business. Por eso Mariano Rajoy le dijo a Zapatero el año pasado, en el Congreso, que si había que tomar medidas duras como la congelación de las pensiones que se hiciera, mas sólo después de rebajar el dinero que percibían, entre otros, los partidos políticos.

Pero, sobre todo, los ciudadanos no entienden que debamos pagar un Parlamento Europeo que está muy lejos de representar la soberanía popular y que la casta ha convertido en un cementerio de elefantes, el lugar donde han de terminar las carreras de los profesionales de la política a los que ya no se quiere en primera línea de fuego. ¿Cómo pretenden que respetemos los enormes sueldos y las cuantiosas dietas de unos representantes a los que nadie, ni siquiera quienes los han puesto ahí, toman en serio?

Se dirá que estos gastos son el chocolate del loro y que hay que poner la lupa en la parte mollar del presupuesto europeo, que gasta nuestro dinero, sobre todo, en las subvenciones agrícolas. Ni que fuera incompatible una cosa con la otra. Habrá quien, incoherente, se queje de los gastos suntuosos de los políticos y no de lo mucho que nos cuesta a los europeos cada vaca que nace en nuestras fronteras. No es nuestro caso.

En España

    0
    comentarios
    Acceda a los 7 comentarios guardados