Si yo tuviera que tachar de algo al editorial de hoy, lo haría de tibieza. Para empezar, su titular sería "Limpieza étnica", porque en el plano de la antropología social la lengua es la columna vertebral de una cultura -una etnia-, en un contexto ideológico monoculturalista rabioso. Es decir, mutatis mutandi, "racista". Aunque conozco su dificultad, soy partidario de los sistemas sociales multiculturales, porque los monoculturales son, si miramos hacia adelante, imposibles. No niego el derecho de las instituciones catalanistas a promover el desarrollo de la " identitat de Catalunya", tal como ellas la vayan entendiendo, sí el de que la puedan imponer en un territorio en el que no son soberanas. Reclamo el derecho y la praxis de las instituciones del Estado a promover el desarrollo en la región catalana de la cultura común, empezando por su columna vertebral: el español. Si hubiera obstáculos jurídicos para la implantación de centros de enseñanza estatales, especialmente universitarios, en el territorio de esa Comunidad Autónoma, bien fácil se me antoja que sería el removerlos. Confío en que esté llegando el día en que el pueblo español castigue enérgicamente, con su desprecio, a los traidores a España -tan fácil de localizarlos-; democráticamente, si no hay más remedio.
Pues efectivamente, si señor. ¿Y qué vamos a hacer al respecto?
Ya sé: ¡Nada!
Vivimos en un estado que de democrático solamente tiene la carátula. Es como "aquello" del Talante de Zapatero.
Un estado de derecho sin garantías, se convierte en una cárcel cuando llegan al poder los "malos". Lo cual demuestra que "montar" un estado a base de la buena voluntad de los políticos actuantes, mejor conocidos como Padres de la Patria, de la Nación o de la Constitución, es un error descomunal que no admite excusas. No se puede dejar una sociedad al amparo de la "buena voluntad eterna", de la misma manera que hay que protegerse de la delincuencia. Esto no admite duda.
Y estos son, efectivamente, unos delincuentes.
Pero, como no me canso de decir, la solución está en quitar de la política el concepto de la territorialidad, de los "derechos del colectivo" y de la "cultura común". ¿Qué nos queda? El individuo y sus derechos. A partir de ahí: Implementar garantías inexorables.
El único obstáculo es la ingente cantidad de estúpidos que aspiran a imponer su voluntad, sin pensar que ellos también serán dominados.
Empezaron con el catalanismo, pasaron al nacionalismo y ahora amagan abiertamente con el secesionismo. Lo de las falsificaciones históricas no les incomoda, pues no están interesados en el debate académico sino en la propaganda de combate. Ahora dan un paso más y pretenden ser una nación, porque, según afirman, quieren y pueden. Ya no tienen reparo en hablar de voluntad de poder, de voluntad de decidir, de voluntad de ser.
Saben que la sociedad española se encuentra políticamente desorientada, dividida y debilitada, mientras ellos están muy organizados y motivados; no en vano han acaparado en los últimos treinta años toda la administración catalana, y subvencionado una potente red social de asociaciones afines. Su enemigo desde el comienzo de la transición es el sentimiento de españolidad de la mayor parte de la población. Es para neutralizarlo y doblegarlo que necesitan la inmersión lingüística y la hispanofobia.