Hay que proteger la industria cultural española como sea, que sabemos que es el método preferido de nuestro pronto expresidente Zapatero. Hay que darles subvenciones a los pobrecitos, que si no vienen los de fuera y les comen los piececicos. Hay que protegerlos de la invasión extranjera, sea con cuotas o las trabas que se nos ocurran y la Unión Europea y la Organización Mundial del Comercio no encuentren demasiado ilegales. Porque han de sobrevivir.
Les ponemos una pasta encima de la mesa para que hagan todo tipo de web musicales, pero como están protegidos frente a todo y tienen de su lado, según Ramoncín, hasta al CNI, lo usan para hacer una porquería que usan tres y cuesta cuatro duros y sirve a sus gestores para forrarse sin término. Pero las ventas siguen cayendo y quien se está llevando el gato digital al agua es la industria tecnológica extranjera, con nombres como Apple o Spotify a la cabeza.
Ponemos pasta sin término para hacer películas que no ve nadie, cuyos presupuestos se inflan para justificar una subvención que pague todo el presupuesto y que luego se estrenan en un oscuro cine al que no va nadie y al que le compramos entradas. Luego hacemos una web con "ayudas" de la Unión Europea para ver cine por internet, pero lo limitamos a esas películas subvencionadas que nadie quiere ver. El año que viene llegará Netflix y se quedará con todo el pastel. Nos quejaremos y pediremos más dinero para competir con el malvado extranjero, empeño en el que fracasaremos miserablemente.
Nos negamos a entrar en el negocio del libro electrónico. Cuando empiezan a venderse cacharros pese a la nula oferta de contenidos que ponemos en internet empezamos a pensar que a ver si nos va a pasar lo que a la música, pero en lugar de apostar fuerte nos limitamos a hacer uno de los sitios web más absurdos jamás ideados por la mente humana, incluyendo la página personal de Sala i Martín: Libranda. Al final tendrán que pasar por el aro, pero por el aro de Amazon, esa compañía norteamericana a la que han dado tiempo de llegar a España.
Hay que proteger la industria cultural española como sea, que está muy malita por la malvada competencia exterior. Seamos patriotas, y tal. A nadie parece ocurrírsele que lo único que puede ayudar de verdad es obligar a competir de verdad, sin leyes del libro, sin leyes de exhibición, sin subvenciones. Pero aunque se haga, ya será demasiado tarde para los Spotify españoles que podrían haber surgido en este tiempo. Que inventen ellos.