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Pablo Molina

El Ministrone

El perfil político del alcalde de Madrid es precisamente eso, un perfil, un refilón sin grosor ideológico definido con el que poder identificarle. Lo suyo es mimetizarse con las ideas de moda en función de la popularidad que puedan reportarle.

Hubo hace tiempo un prestigioso académico en Murcia al que un periódico regional realizó una entrevista en momentos previos a ciertas elecciones autonómicas. En el transcurso de la interviú se le preguntó por los rumores que corrían sobre su posible inclusión en las listas electorales y el buen hombre, con toda sinceridad, contestó al periodista que tenía ofertas de los dos grandes partidos pero todavía no había tomado una decisión al respecto. La formación ganadora, como habrán adivinado, finalmente lo nombró titular de una de las principales consejerías en premio a la firmeza de sus convicciones ideológicas. El partido en cuestión era el PP, aclaro innecesariamente.

Alberto Ruiz Gallardón responde fielmente al perfil de aquel académico murciano que no sabía con cual partido presentarse, porque lo que quería realmente era mandar y cualquier otro razonamiento le resultaba accesorio.

Gallardón podría ser ministro con el PP, de hecho lo será, y vicepresidente primero con el PSOE, que al contrario de su rival siempre anda escaso de talentos, con lo que suele tener más huecos que cubrir en las altas responsabilidades. En ninguna de las dos circunstancias desentonaría demasiado porque al alcalde de Madrid, como al catedrático murciano, no se le conoce ninguna idea que pueda atribuirse en exclusiva a una de las corrientes clásicas del pensamiento político.

El perfil político del alcalde de Madrid es precisamente eso, un perfil, un refilón sin grosor ideológico definido con el que poder identificarle. Lo suyo es mimetizarse con las ideas de moda sin indagar su procedencia ni sospechar sus resultados prácticos más allá de la popularidad que puedan reportarle. Con que le gusten a la vulgata izquierdista es suficiente y lo cierto es que la estrategia no le ha ido nada mal, así que para qué cambiar a estas alturas de su carrera.

Gallardón quiere ser ministro aunque sea con el Partido Popular, a cuyas bases desprecia profundamente como es fácil percibir a poco que se examine su trayectoria pública. Es como el caldo minestrone, una sopita ligera que lo mismo sirve de prolegómeno a una receta de caza que a un filete de pescado a la plancha vuelta y vuelta con verduritas de temporada. No sabe a nada y ningún aficionado a la mesa lo destacará como uno de sus platos preferidos, pero resulta imprescindible en cualquier comida de postín.

Los votantes madrileños del PP ya pueden ir haciendo acopio de cubiertos y sacando la servilleta para anudársela a la papada. El 20-N, por la noche, la cena estará servida. De primero, sopa "ministrone". Buen provecho.

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