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EDITORIAL

Los sindicalistas millonarios se echan a la calle

Millonarios de postín, con un tren de vida más propio de la clase social a la que insultan que de un representante obrero, reclamarán el apoyo callejero de sus víctimas, esos mismos trabajadores y desempleados que dicen defender.

 

El caso de José Ricardo Martínez, lenguaraz secretario general de la UGT madrileña, no es por desgracia una excepción en el entramado de sueldos millonarios que la casta sindical se embolsa cada año por sus cuotas de poder en las cajas de ahorro ahora ya reconvertidas. Centenares de liberados sindicales ocupan puestos en los consejos de dirección de unas entidades financieras que perdieron su vinculación con el poder político, en virtud de la reordenación de nuestro sistema bancario puesta en marcha por el ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. Asombrosamente, cuando se han visto obligados a perder su condición de consejeros con la entrada de capital privado, la mayoría de ellos ha encontrado acomodo en otros consejos de administración gracias al entramado de corporaciones industriales y financieras que esas mismas entidades siguen manteniendo.

Ricardo Martínez, paradigma de un sindicalismo financiado abundantemente con dinero de todos, es tal vez el caso más notorio, tanto por los exorbitados emolumentos que percibe por "aconsejar" a una de las entidades españolas de ahorro más importantes como por la vehemencia con que se conduce en público para atacar a sus rivales políticos, que en el caso de Esperanza Aguirre alcanza cotas de lamentable paroxismo.

Poco importa que, como afirma el aludido, el importante salario que percibe lo entregue íntegramente a su sindicato. En realidad su explicación es una acusación en sí misma, porque pone de manifiesto que los sindicatos españoles, por si no disfrutaran ya de suficientes gabelas, se financian también con cargo al dinero de unas entidades de ahorro que antes eran públicas y para cuyo reflotamiento los españoles hemos debido aportar ingentes cantidades de dinero procedentes de nuestros impuestos.

Hoy saldrán a la calle para protagonizar una protesta contra la reforma laboral que pretende paliar el desastre ocasionado, en gran parte, por la actitud de estos mismos sindicatos hoy tan ofendidos. Millonarios de postín, con un tren de vida más propio de la clase social a la que insultan que de un representante obrero, reclamarán el apoyo callejero de sus víctimas para defender una ideología siniestra que en España ha provocado los mayores sufrimientos a esos mismos trabajadores que dicen defender.

La representatividad de los sindicatos de izquierdas, muy mermada en los distintos sectores profesionales con sindicatos independientes, pasará hoy una prueba importante en las calles de España de cara a su apoyo para una futura convocatoria de huelga general. Las pruebas de su dañina hipocresía son tan palmarias que nadie que no sea liberado sindical se debería llamar a engaño. En Madrid, con sólo echar un vistazo a las personas que van a portar la primera pancarta será más que suficiente.

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