Al señor Capmany lo de cazar elefantes en general y por el monarca y en estos momentos en particular no le llama la atención. Pues resulta que a muchos miles de personas nos molesta muchísimo. Además, la gota que colma un vaso no tiene por que ser intrínsecamente la más importante.
Al final siempre es lo mismo: como esto no es lo más importante, dejémoslo pasar como dejamos pasar también lo más importante.
Seamos serios y no demagógicos: deja de publicar chorradas...
O sea que debe parecernos bien que se ausente durante toda una semana laborable, con España en el disparadero, sin decírselo al Gobierno. Y eso para cazar elefantes con su última querida, la pseudoprincesa Corinna, y con Alberto Cortina.
Efectivamente, seamos serios. Empezando por el ciudadano Borbón y por cuantos le ríen o le disculpan su falta de profesionalidad y sus desmanes.
> pero la de cazar elefantes en Botsuana no es una de ellas.
Hombre, quizá no sea una de las cosas más graves, pero afeable, lo es.
Y, sobre todo, cantosa.
"Y don Juan Carlos, agradecido, se gustó siendo cómplice de Felipe González y empalagoso adulador de Rodríguez Zapatero. Y nadie protestó"
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"Ni nadie dijo ni pío cuando Su Majestad descendió a echar una mano a amigos y conocidos agobiados con causas penales por haber sido intermediarios de operaciones en las que intervinieron jeques súbitamente destronados y gobernantes hábilmente convencidos para que ayudaran a volver a entronizarlos"
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"Y a todo el mundo le parece estupendo que nuestro rey, el rey de España, se codee, como si de un hermanastro pobre se tratara, con todos los sátrapas y dictadorzuelos del Golfo"
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Hoy he descubierto que para este señor los lectores de Libertad Digital... ¡¡no existimos!!

Si no tuviera Vd. bastante para llegar a fin de mes, señor Capmany, probablemente tendría más sensibilidad frente a estos agravios sangrantes para quien lucha por dar de comer a su familia. En el primer acto de la ópera Andrea Chénier, el protagonista cuenta cómo entra a una iglesia y ve cómo un cura acumulaba riquezas en los nichos de los santos y de la virgen mientras, en una casa humilde, un hombre maldecía el suelo que apenas daba para pagar los impuestos, y se quejaba de Dios y de los hombres por las lágrimas de sus hambrientos hijos. Tales situaciones sirven de caldo de cultivo a la revolución y al terror revolucionario, que acaba cobrándose la cabeza de Chenier, mientras muchos de los que alentaron la revolución acaban renegando de ella, presagiando el célebre "no es esto, no es esto" de alguno que había ayudado a traer la segunda república a España. La situacíon la pintan calva para que el rey abdique y empiece el saneamiento del país.