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Pablo Molina

La recogida "selectiva" de basuras era eso

Como los políticos cuando tienen una ideíca no paran hasta que la ponen en práctica, los madrileños tienen motivos para temer que su ciudad pase a convertirse "selectivamente" en la más sucia de Europa.

Desde hace unos años, los ayuntamientos vienen machacando a los contribuyentes con la necesidad de separar los residuos caseros en función de su origen. Algún alcalde hubo, sin ánimo de señalar, que hasta llegó a estudiar seriamente la posibilidad de que un equipo de inspectores vigilara el cumplimiento de ese mandato, con capacidad para denunciar a los que no tuvieran dispuestos a tener en su casa tres o cuatro recipientes, convirtiendo su cocina en una factoría de reciclaje a pequeña escala. Se trata, decían, de no dañar el medio ambiente y contribuir a un mañana dichoso para las futuras generaciones, acabando con la depredación salvaje típica de las sociedades capitalistas.

Uno, en su inocencia, pensaba que el Ayuntamiento rebajaría sensiblemente las tasas que nos cobra anualmente por este concepto, puesto que los contribuyentes íbamos a realizar una parte sustancial del proceso del tratamiento de basuras. Por supuesto no ha sido así. La gente bajaba con sus tres bolsas de basura convenientemente separada a los contenedores callejeros, cumplía con su deber de buenos ciudadanos comprometidos con el medio ambiente y el consistorio le premiaba con un leñazo impositivo cada uno de enero para no perder la costumbre. Pero a la alcaldesa de la Villa y Corte no le ha parecido suficientemente satisfactorio este compromiso ciudadano y ha decidido dar un paso más en el concepto de recogida "selectiva" de residuos urbanos, de forma que está estudiando seriamente recoger la basura "selectivamente" sólo algunos días entre semana.

El aspecto de las calles de cualquier ciudad medianamente populosa tras un día sin que los servicios de ingeniería urbana hagan la ronda puede llegar a ser impactante, y eso sin tener en cuenta los aromas procedentes de la basura orgánica, consecuencia de las reacciones químicas que se producen por los procesos termodinámicos típicos de los días muy calurosos.

Pero como los políticos cuando tienen una ideíca no paran hasta que la ponen en práctica, los madrileños tienen motivos para temer que su ciudad pase a convertirse "selectivamente" en la más sucia de Europa. Se trata de ahorrar, dice la alcaldesa, pero no el contribuyente, que seguirá pagando lo mismo cada mes por ese servicio municipal que recibirá de forma "selectiva" sólo los días pares o impares, sino el Ayuntamiento más endeudado del continente, que es de lo que se trata. El mantenimiento de los gastos para conseguir las olimpiadas y el sueldo de los más de mil quinientos asesores del consistorio implican estos sacrificios. La novedad es que los madrileños no sólo los sufrirán en el bolsillo, sino también en la pituitaria. Todo muy selectivo.

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