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Cristina Losada

Divorcio a la española

Justo por ese motivo, por el carácter inexcusable de los ajustes, se han entregado a esa orgía lacrimógena y dan portazos o no acuden a las citas. No es comportamiento de adultos, pero es la conducta pueril que, creen, premiará su electorado.

Desplantes, lamentos, lloriqueos, reproches y siempre, siempre, culpar al otro. Las escenas propias de un divorcio son tan parecidas a las que representan ciertos gobiernos autonómicos, que a una le viene a la cabeza esta reflexión de Michael Ignatieff a propósito del Canadá: "El federalismo es como algunos matrimonios que paradójicamente se mantienen unidos porque a las dos partes las unen las quejas hacia el otro". En nuestro caso, el de los objetivos de estabilidad presupuestaria tan teatralmente contestados, ya se pueden quejar cuanto quieran, que no tendrán más remedio que cumplir. Dado que el Gobierno de España debe cumplir, a su vez, con la eurozona, su margen de maniobra para ceder ante éste o aquel poder regional, como ha sido costumbre, es ahora prácticamente igual a cero.

No hay nada que hacer, y esto lo saben perfectamente los gobiernos que fingen rabietas y pataletas. Es más, justo por ese motivo, por el carácter inexcusable de los ajustes, se han entregado a una orgía lacrimógena y dan portazos o no acuden a las citas, cual si fueran damiselas ofendidas. No es comportamiento de adultos, pero es la conducta pueril y demagógica que, creen, premiará su electorado. Carece de racionalidad y tiene todo el sentido político del mundo. Pues en este trance no aspiran a otra cosa que a desviar hacia Madrid, la pérfida Madrid, la culpa de los recortes que han de realizar. Clamaba Griñán que se les obligará a cerrar hospitales y colegios. ¡Fíjense hasta dónde llega la maldad de la derecha! Oiga, no. Para algo tienen autonomía. Es asunto suyo dónde meten la tijera. Si en los canales de tele y radio o en los centros de salud. Si en los comisariados de memoria histórica o en las escuelas.

Fue bonito, mientras duró el dinero, hacer réplicas del Estado a escala regional. Ah, si sólo se hubieran encargado de las competencias transferidas. Pero duplicaron organismos, agregaron prestaciones, repartieron subvenciones, instalaron embajadas en los cinco continentes. Los incentivos perversos del sistema de financiación les permitieron retrasar el momento doloroso y cuando ha llegado, claro, la dosis de ricino es doble. Ha dicho Núñez Feijóo que los gobiernos de Cataluña y Andalucía hacen un mal servicio al Estado de las autonomías. Cierto, mas qué les importa. El nacionalismo catalán nunca ha creído en él y menos, en su "solidaridad interregional". Y los socialistas se apuntan al amago de motín para que el Gobierno Rajoy sea visto urbi et orbi como un domador incapaz de controlar a las fieras. Con estos mimbres, me temo, hay para todo un verano de escenas de matrimonio.

En España

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