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Una elección que no tuvieron sus víctimas

Thatcher dijo sobre el líder de los terroristas en huelga de hambre: "El Sr. Sands era un criminal convicto. Eligió acabar con su propia vida. Esa es una elección que su organización no permite a la mayoría de sus víctimas"

Hasta 88 presos de la banda terrorista ETA se han declarado en huelga de hambre en los últimos días en apoyo del torturador Josu Uribetxeberría Bolinaga que, conviene recordarlo, cumple una larga pena de cárcel por, entre otros delitos, someter a un cruel cautiverio a José Antonio Ortega Lara que casi llevó al funcionario de prisiones a la muerte.

Entre el cerca de un centenar de delincuentes que han decidido secundar la protesta hay nombres muy significativos como el de Otegi (pero, ¿no se decía que no tenía nada que ver con ETA?) y se van conociendo casos chuscos como el de las dos presas de la banda que, oficialmente en huelga, guardaban comida de la cantina.

La campaña propagandística de los terroristas responde a la demanda de que Uribetxeberría Bolinaga, que al parecer sufre un cáncer en un estado bastante avanzado, sea excarcelado por su enfermedad. Sin embargo, cada día es más evidente que tras la enfermedad del torturador de Ortega Lara la banda lo que está planteando no es un caso de humanitarismo, sino un nuevo pulso político al Gobierno.

En este sentido, no puede ser más revelador el hecho de que el propio Bolinaga se negase hasta hace bien poco a realizarse las pruebas médicas que acrediten su verdadero estado de salud. Una actitud, por cierto, que debería hacer repensar al ministro del Interior si el gesto que ya ha tenido, acercando al criminal al País Vasco, no ha sido un grave error.

Aunque han tenido también usos más dignos como forma de enfrentarse a regímenes totalitarios, en estados democráticos las huelgas de hambre han sido un recurso habitual en la estrategia propagandística de las bandas terroristas, que trataron de dar con ellas un barniz de sacrificio personal y altruismo a su trayectoria criminal.

El caso más sonado es, probablemente, la de los presos del IRA en 1981, que acabó con la muerte de diez de ellos ante la postura inamovible de Margaret Thatcher. Aunque es muy poco probable que los etarras tengan la perseverancia que en su día demostraron sus colegas irlandeses (no olvidemos la huelga de jamón de York de De Juana Chaos) sí que resulta muy apropiado recordar lo que entonces dijo, interpelada en sede parlamentaria sobre la primera de las muertes, la Dama de Hierro: "El Sr. Sands – el líder de los terroristas en huelga – era un criminal convicto. Eligió acabar con su propia vida. Esa es una elección que su organización no permite a la mayoría de sus víctimas".

Y es que, efectivamente, ni Uribetxeberría Bolinaga le dio oportunidad alguna de elegir a Ortega Lara, ni el resto de sus criminales compañeros se la dio a las múltiples víctimas de sus crímenes, como tampoco la tuvieron las familias que lloran todavía hoy a sus muertos, ni tan siquiera los cientos de miles de exiliados que han tenido que salir del País Vasco para poder seguir viviendo.

En cambio, el torturador de Ortega Lara, Otegi y las decenas de delincuentes que dicen ahora estar en huelga sí lo han elegido así. Esperemos, por tanto, que ni Fernández Díaz ni Rajoy se dejen intimidar por esta gran maniobra política y no tengan con los asesinos y los torturadores la piedad que ellos nunca tuvieron y que ahora reclaman para sí con mucha menos razón.

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