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EADS-BAE: ¿necesidad u oportunidad?

Uno de los principales problemas es que hay demasiados gobiernos involucrados: EEUU, Reino Unido, Alemania, Francia y España.

Aunque en junio las conversaciones sobre la posible fusión de BAE Systems y EADS empezaron a cobrar seriedad, desde el anuncio oficial de las negociaciones, el 12 de septiembre, el mercado se ha revolucionado. Hay detractores, entusiastas y cautos. ¿Qué significaría la fusión de estos dos gigantes? 

Es ante todo una respuesta lógica y necesaria ante el encogimiento del mercado en el sector de la defensa, y con Estados Unidos pivotando en Asia. ¿A quién no le resulta atractivo un grupo de alta tecnología no americano que podría alcanzar los 93.000 millones de beneficios, superando a los 68.000 de Boeing? Los europeos podrían mirar a los ojos a Washington en el sector civil y militar aeroespacial, pero ¿por qué no ha pasado antes?

Para muchos este sueño comenzó en 1997, con el primer intento de Londres, París y Berlín de crear una compañía europea aeroespacial y de defensa; que fracasó, de forma previsible. El episodio recuerda a la actual debacle presupuestaria en el sector. Era la época de los recortes de defensa y de los dividendos de la paz. Le siguió una segunda intentona con Dasa y Thomson-CSF (actualmente Thales) compitiendo por aliarse con BAE, que al final optó por Marconi Electronic Systems. Más de una década más tarde, le llega el turno a una nueva BAE Systems, que ha alcanzado una mayor participación en el mercado de defensa americano, y a la continental EADS, compañía matriz de Airbus.

Uno de los principales problemas es que hay demasiados gobiernos involucrados: Estados Unidos y Reino Unidos en el caso de BAE, por ser los principales clientes, y Alemania, Francia y España en EADS, que entre todos tienen el 50% de la participación de la compañía de forma directa o indirecta (a través de compañías como Lagardère y Daimler). Y luego... cada actor persiguiendo sus propios intereses. Para los británicos supondría reconectar BAE con el lucrativo mercado civil aeroespacial, del que salió hace más de seis años; reduciría además su exposición al mercado de defensa norteamericano, que se contrae peligrosamente, y se abriría a nuevas fuentes de financiación. Para los gobiernos alemán y francés podría conllevar una reducción de su presencia y poder en el futuro grupo, algo que sobre todo París no parece dispuesta a aceptar por no estar acostumbrada, véase la farmacéutica Sanofi o el grupo de acero Acelor Mittal. Sin embargo, el declive de los presupuestos europeos de defensa en los próximos años sirve para pedir a gritos una smart defense más libre de los sesgos políticos nacionales. Por otro lado, a París y a Berlín también les abriría el acceso al mercado americano, que a pesar de las contracciones sigue siendo el más grande del mundo.

Los principales problemas los pondrán las dificultades reguladores de Bruselas y Washington, sin olvidar los recientes acuerdos en materia de defensa entre París y Londres, y entre París y Berlín. La pena es que, entre tanto análisis publicado, apenas se ha oído la postura de Madrid. 

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