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EDITORIAL

Un año para enmendar errores

2013 va a ser una oportunidad para que Rajoy haga honor a lo que sus votantes esperaban de él. Bastará con que deje de cometer los errores de 2012.

La dureza de la recesión económica que atraviesa el país y algunas medidas nefastas aplicadas por el Gobierno en detrimento de lo anunciado en su programa electoral, han convertido el año que acaba de finalizar en el peor desde que comenzó la actual crisis económica. Tal vez el problema más grave en 2012 haya sido la debilidad del Gobierno de Rajoy para poner orden en el desbarajuste autonómico, que ha obligado a que sean las familias y empresas las que hayan soportado el mayor peso de los ajustes a través de constantes subidas de impuestos.

El panorama para 2013 está lejos de ser todo lo tranquilizador que han pretendido mostrar Rajoy y sus ministros en este final de año, al afirmar que los grandes esfuerzos ya se habían consumado y que la recuperación económica será un hecho al final de este ejercicio. Afortunadamente nuestro sistema financiero está en camino de solucionar los graves desajustes provocados por el agujero inmobiliario, requisito imprescindible para la afluencia del crédito que necesita nuestra economía, pero las turbulencias financieras, las necesidades de dinero de unas administraciones públicas reacias a cumplir con sus restricciones presupuestarias y la negativa de Rajoy a actuar con la contundencia necesaria para atajar el despilfarro y sancionar a los derrochadores, no constituyen precisamente un factor de tranquilidad que permita descartar nuevos incrementos de la presión fiscal a lo largo del presente ejercicio.

Junto a esta incertidumbre económica está la más que probada certeza de la deslealtad del nacionalismo catalán, en abierta rebelión constitucional, ante la que el Gobierno de España, por el momento, sólo ha propuesto como solución "más diálogo" y, probablemente, más dinero del resto de los españoles. La anunciada insurrección del Gobierno catalán va a ser sin duda uno de los problemas más graves con que va a tener que lidiar Mariano Rajoy a lo largo de 2013, un año que los nacionalistas van a aprovechar para preparar el camino a la secesión programada para el año siguiente. Los efectos de este claro intento de secesión en uno de los principales países de la Unión Europea se verán también en el resto de los órdenes en una medida imposible de determinar en estos momentos.

Rajoy se enfrenta a su segundo año de gobierno y ya no se podrá achacar sus traiciones programáticas en materia fiscal a una herencia fraudulenta. La convicción de que el nacionalismo catalán está decidido a consumar su programa secesionista y el vasco dispuesto a seguir ese camino con la colaboración entusiasta del brazo político de una banda de asesinos, exigirán también del Gobierno de España unas dosis de firmeza infinitamente mayores de las que ha amagado con adoptar en su penosa trayectoria de este año recién acabado.

2013 va a ser un año de grandes dificultades, pero también una oportunidad de oro para que el Gobierno de Rajoy haga honor a lo que sus votantes esperaban cuando le otorgaron su confianza ampliamente mayoritaria. Bastará con que deje de cometer algunos de los tremendos errores que machaconamente ha venido protagonizando a lo largo de 2012.

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