Menú

Los votantes decentes

Los votantes decentes españoles llevamos –me incluyo porque lo soy– mucho más de cien años de soledad.

Los votantes decentes españoles llevamos –me incluyo porque lo soy– mucho más de cien años de soledad. Además de más de un siglo sin democracia ni formal ni informal, añadamos unas pocas décadas de transición a la democracia que han logrado transformarnos de ciudadanos en meros votantes, divididos incluso, en decentes e indecentes. Un votante indecente, lo sepa o no, es quien pone a su partido, por corrupto e inconsecuente que sea, por encima de los valores genuinos de la democracia. Un votante decente es quien no lo hace. Por ello, se puede ser votante decente de derechas, decente de izquierdas no marxistas (marxismo y democracia son incompatibles) o decente de cualesquiera otras coordenadas políticas, para expresarnos en román paladino vulgar. Somos estos votantes decentes los que estamos perdidos en una soledad que tiene cómplices, como intuyó García Márquez.

Si el examen de las políticas y comportamientos socialistas de los últimos cuarenta años en España produce a sus votantes decentes una profunda sensación de asco y rebeldía, los votantes decentes del PP sufren en estos días una creciente impresión de repulsión e indignación. Hay gente interesada en hacernos creer que todos los partidos son iguales y que lo mejor es la bota de un general, un gabinete de sabios y técnicos al estilo Campanella o un politburó comunista. Pero no es cierto. El PSOE necesita una refundación seria, teórica (tiene que aclararse con el maquiavelismo, con el marxismo y con el leninismo de una vez) y ética (la democracia liberal –que no hay otra– y sus valores son el único marco moral donde una mayor grado de justicia puede convivir con la máxima libertad posible, porque sin libertad no puede haber justicia). Y además debe aclarar su relación con esa cosa grande y común llamada España, que está en sus siglas pero no en su corazón. Los votantes decentes del PSOE deben impulsar ese camino o serán cómplices de su propia soledad y de su suicidio político.

Por el contrario, el PP no necesita tal metamorfosis, aunque se empecine en despeñarse por el precipicio ofrecido por sus adversarios. Inexpertos en comunicación y sentimentalidad, los votantes decentes del PP sienten que el caso Bárcenas o el caso Gürtel les iguala con los votantes de quienes han protagonizado escándalos desde el GAL a los ERE, todos ellos con dinero público, no privado. Eso es lo que quiere hacerles creer la propaganda inmisericorde de Ferraz, ayudada ahora por el agitprop del viejo comunismo disfrazado de IU. Los votantes decentes del PP tienen que exigir a su partido contundentes cambios orgánicos para impulsar la democracia interna, para poder ser lo que dicen querer ser, un partido decente, español, liberalconservador y popular de verdad, y para limpiar sus cañerías de bichos y fontaneros sin escrúpulos. Pero sólo eso.

Pero los votantes decentes de unos y de otros, que no ciudadanos respetados todavía, que para eso queda mucho, deambulamos por una soledad con la que podemos terminar firmando un pacto honrado. Y ojo, que se trata de España y de la democracia, y ni de la una ni de la otra podemos hoy, votantes y decentes, sentirnos orgullosos.

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal