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José Luis Roldán

La apoteosis de Susanita

Me cuesta entender la fascinación que la nueva za(pate)rina del psoe andaluz provoca -salvo honrosas excepciones- en cronistas y columnistas.

Me cuesta entender la fascinación que la nueva za(pate)rina del psoe andaluz provoca -salvo honrosas excepciones- en cronistas y columnistas.

Confieso que me cuesta entender la fascinación que la nueva za(pate)rina del psoe andaluz provoca -salvo honrosas excepciones- en cronistas y columnistas. Desde que, allá por el mes de junio pasado, Griñán, obligado por la corrupción, aspirara -como Pigmalión- a dar vida a una ebúrnea efigie (¡qué hermosa cabeza, pero sin seso!, como dijo la zorra de la fábula), nada ha hecho o dicho esta chica que sea digno de admiración. Algunos ingenuos creen que la niña ha roto moldes, que habrá un antes y un después de Susana -y barrunto que también se lo ha creído ella misma.

La niña ha soltado dos frases del estilo de "Hay algo que no hemos hecho del todo bien", "Hay que ser implacables con la corrupción", y, como ve que ha hecho gracia, no para de repetirlas en todas partes y en todas sus variantes, venga o no a cuento; del mismo modo en que ocurre con los niños o con aquellos adultos que se creen graciosos. Curiosamente, los abducidos por el susanismo suelen ser gente ajena al paraíso andaluz, a los que divierten estas gracietas; es decir, que no disfrutan de las enormes ventajas del régimen: la fiscalidad más alta de España, los sueldos más bajos, el fracaso escolar, los servicios más deficientes, el empleo público sólo para la casta político-sindical, el paro para los demás, la administración más corrupta de Europa, la sociedad más envilecida y subsidiada…; y todo esto, invariablemente, desde hace más de treinta años.

Y es que, en realidad, no se trata de otra cosa sino de apariencia y representación. Aquí nada ha cambiado en treinta años y no va a cambiar ahora. La esperanza de Triana -sólo falta que en Semana Santa la saquen en procesión- ha recibido el poder de la misma manera que sus antecesores: en la mesa camilla. Esto del congreso ha sido puro teatro, como lo fueron antes las primarias truncas: representar lo que ya estaba escrito y decidido. Hablan algunos de entronización, no. Desde junio ya era reina con mando en plaza. Ahora lo que se ha representado ha sido su deificación; siguiendo el modelo del Calígula de Camus: la apoteosis de Susana, en carne mortal ante los mortales, con el aplauso atronador de la concurrencia (sólo callaron, impasibles, los muertos).

Algunos ingenuos biempensantes no se dan cuenta de que los hechos refutan tanta declaración fatua y rimbombante, tanta palabrería vana y mendaz, aunque esté dicha con el gracejo sevillano. No quieren saber que esta adalid contra la corrupción, en el brevísimo período de su mandato, ha impedido ya en tres ocasiones, junto a sus corruptos socios de Gobierno, que el Parlamento investigue el saqueo de fondos públicos en los conocidos casos Invercaria, Bahía Competitiva y UGT-Andalucía. Olvidan que esta Belenesteban de la Junta no sólo paga los abogados de los procesados en la causa de los ERE, sino que, además, pone a la Junta de Andalucía -siendo acusación particular- a ejercer de abogado defensor de los presuntos corruptos, y a entorpecer procesalmente la investigación; y por si fuera poco pide que no se hable del asunto porque, dice, no interesa a nadie.

Los hechos contumaces y el tiempo implacable, que casi todo lo desvela, se encargarán de desengañar -si aún no lo han hecho, y si con 32 años no basta- a las almas cándidas. Ya lo dijo Cervantes:

Con alas vuela el tiempo, presurosas, y tras sí la esperanza se lleva…

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