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José García Domínguez

El sueño andorrano de Pujol y Mas

Los hijos pródigos del patriarca continúan bombardeando todos los días a la carne de cañón con el cuento de la lechera andorrana.

Andorra, ese Gibraltar sin monos, añeja cueva de ladrones travestida de pintoresco residuo medieval, encarnó durante décadas el supremo sueño pujolista (no de Pujol, Jordi, sino de Pujols, Francesc, el que fuera filósofo de cabecera de Salvador Dalí). Es fama que el gran Pujols profetizó que algún día los catalanes podrían andar por el mundo con la certeza de que todo, desde las consumiciones en los bares y las compras en los supermercados a los delitos tipificados contra la Hacienda Pública, les saldría gratis; pero gratis total. Mucha saliva se ha gastado sobre cuál sería el genuino mentor ideológico del progenitor de los emprendedores Oriol, Oleguer, Jordi y demás criaturas ejemplares. Nadie lo dude, el verdadero maestro de Pujol fue Pujols.

Aunque si el Nirvana original de Pujols se ubicaba en las muy vagas lindes del Limbo, el de su discípulo Jordi, como ya se ha dicho ahí arriba, caía más cerca de casa, a un paso de la frontera. Andorra era –y sigue siendo, por cierto– el modelo a emular. Así, los hijos pródigos del patriarca, con Mas y su Consejo para la Transición Nacional a la cabeza, continúan bombardeando todos los días a la carne de cañón con el cuento de la lechera andorrana. Pregúntese, sino, a cualquier víctima de TV3 sobre cómo podría la República catalana permanecer dentro del paraguas del euro y el Banco Central Europeo tras la secesión, y cual lorito, le responderán a coro lo mismo: como Andorra.

Ahora, cuando por fin comienza a dejar de ser una lavandería de parné turbio, resulta que la quieren reconvertir en otra lavandería, aunque de cerebros obtusos. Pero el cuento de Andorra solo es eso, un cuento; un cuento chino por más señas. Porque las entidades financieras andorranas –¡Ay, Jordi!– tuvieron que renunciar al secreto sepulcral de sus maquinaciones inconfesables a cambio de que se les permitiera acceder al sistema de pagos interbancarios de la Eurozona, algo imprescindible para cualquier banquero del continente que no quiera quebrar al instante. Ya se sabe, a la fuerza ahorcan. Por lo demás, un simple tecnicismo. Y es que ni un mísero céntimo del BCE ha sido transferido jamás al sistema financiero de Andorra bajo ningún concepto, ni en forma de crédito ni como vía de liquidez. Ni lo ha sido ni lo será. Ocurre que para el BCE Andorra es lo mismo que Zambia, Camerún o Guatemala: un territorio por entero ajeno a su ámbito de competencia. Solo eso. Y la carne de cañón, convencida.  

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