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Jaled Abu Toameh

Aunque nos apoyéis, os odiamos

Los palestinos, como la mayoría de los árabes, se han visto sometidos a una campaña de incitación a gran escala contra Israel y Estados Unidos.

Los palestinos, como la mayoría de los árabes, se han visto sometidos a una campaña de incitación a gran escala contra Israel y Estados Unidos.

Dos incidentes acaecidos en campus universitarios de la Margen Occidental durante los últimos días nos sirven como recordatorio de que algunos palestinos no tienen problema en atacar o amenazar incluso a quienes los apoyan y tratan de ayudarlos.

No es la primera vez que los palestinos se muestran desagradecidos con quienes se esfuerzan por acercarse a ellos. Naturalmente, no tiene ningún sentido atacar a quienes luchan por ayudarte, a ti y a tu gente, pero ¿quién ha dicho que los palestinos –o cualquiera– actúen siempre conforme a sus intereses y de forma racional?

Durante las últimas dos décadas, los palestinos, como la mayoría de los árabes, se han visto sometidos a una campaña de incitación a gran escala contra Israel y Estados Unidos. Se trata de una campaña librada en los medios (sobre todo en cadenas de televisión árabes y musulmanas), en internet, en mezquitas y a través del discurso de líderes y políticos. Como consecuencia de la continua incitación, algunos árabes y palestinos ya no son capaces de distinguir entre quienes los apoyan y quienes están en su contra.

Si te dicen que todos los israelíes son malos, uno no distingue entre israelíes de izquierdas y de derechas. Se te enseña, desde bien pronto, que los judíos son "ocupantes" que "robaron" la tierra palestina a sus legítimos dueños. También te enseñan que todos los judíos (civiles inocentes incluidos) son objetivos legítimos porque o sirven en el Ejército o se identifican con el movimiento sionista.

Debido al adoctrinamiento, cada vez más gente de países árabes y musulmanes consideran que todos los israelíes son "colonos". Portavoces de diversos grupos palestinos, incluidos Hamás y Fatah, se refieren a menudo a ciudades israelíes (dentro del territorio de Israel) como "asentamientos". Durante el último enfrentamiento entre Hamás e Israel, medios palestinos informaban regularmente de que se habían lanzado cohetes contra los “asentamientos” de Ashkelón, Ashdod o Ramat Gan.

Ocupémonos ahora de los incidentes en campus universitarios, que nos proporcionan más pruebas de la creciente radicalización entre los palestinos.

En Nablús, la mayor ciudad palestina, los universitarios organizaron disturbios en protesta por una visita de funcionarios consulares estadounidenses a su campus. Según fuentes palestinas, éstos acudían de visita a la Universidad An Nayah como parte de sus continuados intentos de apoyar las actividades educativas y culturales en las universidades. Decenas de estudiantes que repetían eslóganes antiestadounidenses rodearon uno de los vehículos norteamericanos y trataron de impedirle la entrada en el recinto. Según varios testigos, el personal de seguridad de la universidad hizo un uso excesivo de la fuerza para dispersar a los manifestantes. Uno de los estudiantes, Mohamed Abu Awad, ingresó posteriormente en un hospital con un brazo roto.

El choque ha indignado a muchos estudiantes y a defensores de los derechos humanos. "La administración de la universidad no tiene derecho a dispersar una manifestación civilizada y democrática ni a golpear a sus participantes", ha afirmado Mohamed Dweikat, un activista político de Nablús.

Hazem Abu Hilal, un activista pro derechos humanos, sostiene que el problema no era la carga contra la manifestación, sino que la universidad la hubiera prohibido: "Se supone que las universidades deben servir como plataforma para la libertad de expresión".

Pero este incidente no tiene tanto que ver con la libertad de expresión como con el extremismo y el odio a Estados Unidos. Los manifestantes no querían representantes estadounidenses en su campus porque, según ellos, "Estados Unidos apoya a Israel". También protestaban por lo que ellos denominaban "apoyo estadounidense a Israel" durante la operación.

A estos estudiantes les han dicho que Estados Unidos es un enemigo porque apoya a Israel económica y militarmente. No importa que los representantes estadounidenses fueran a Nablús a ayudar a los palestinos; los atacaron porque representan a un país que, a ojos de muchos árabes y musulmanes, es un enemigo debido a su apoyo al derecho de Israel a existir.

El segundo caso también refleja intolerancia y, hasta cierto grado, hostilidad hacia los israelíes que llevan tiempo apoyando a los palestinos. El incidente, que ha sorprendido incluso a algunos palestinos, afecta a una periodista israelí del diario Haaretz que fue expulsada de una conferencia en la Universidad Bir Zeit, cerca de Ramala. El hecho de que la periodista, Amira Haas, lleve décadas escribiendo a favor de los palestinos no impresionó a sus amigos palestinos, que exigieron que abandonara el campus inmediatamente.

La periodista no fue expulsada por sus escritos, extremadamente favorables a los palestinos, sino por ser israelí y judía. La proscripción no afecta a los israelíes árabes. Haas fue expulsada porque su presencia en el campus infringía las regulaciones del movimiento antinormalización de la Margen Occidental, que prohíbe cualquier forma de contacto entre palestinos e israelíes, incluso aunque se trate de un partido de fútbol entre niños.

A comienzos de este año otro periodista israelí, Avi Issacharoff, estuvo a punto de ser linchado por palestinos mientras cubría un enfrentamiento entre gente que lanzaba piedras y soldados israelíes cerca de Ramala. Él tampoco fue atacado por sus escritos, sino por ser un judío israelí.

Ambos incidentes demuestran, una vez más, que la paz es imposible a menos que los palestinos dejen de incitar a los suyos contra Israel y los judíos. Irónicamente, la Autoridad Palestina, que tiene contactos diarios con Israel, apoya públicamente las campañas de boicot antiisraelí.

Si quienes los defienden ya no se sienten seguros cuando visitan universidades y localidades palestinas, los palestinos deben darse cuenta de que la incitación les está haciendo perder hasta sus mayores amigos y aliados.

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