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EDITORIAL

Aguirre da una lección a Rajoy

PP y PSOE harían bien en aprender la lección que ha dado Esperanza Aguirre este lunes: está en juego incluso su propia supervivencia.

La rueda de prensa de Esperanza Aguirre en la tarde de este lunes fue extraordinariamente coherente con la carrera política de la presidenta del Partido Popular de Madrid, pero sin embargo resulta una excepción dentro del modo de actuar del PP en los últimos años.

Así, mientras Aguirre ha dado la cara y asumido la responsabilidad de haber aupado a puestos de alta responsabilidad a Francisco Granados, reconociendo que hay indicios claros de corrupción y pidiendo perdón a los ciudadanos, los máximos responsables del PP –María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría y el propio Mariano Rajoy– tienen por norma evitar las respuestas claras en los casos que les afectan, o negar la mayor o mentir abiertamente.

Incluso el formato elegido por Aguirre para comparecer, una rueda de prensa abierta con tantas preguntas como los periodistas han querido hacer, revela una visión muy distinta de lo que debe ser la política, mucho más comprometida con los deberes que la democracia reclama y que los ciudadanos exigen. Una visión, en suma, de la que muchos deberían aprender; el primero, sin duda, Mariano Rajoy.

Siendo esto importante, no ha sido lo esencial de la comparecencia de Aguirre, que ha lanzado un mensaje demoledor contra su propio partido pero para nada fatalista. Reconocer la enfermedad es la única vía para empezar a superarla, y la presidenta del PP de Madrid ha reconocido este lunes algo que es una obviedad para prácticamente toda la ciudadanía: que el PP ya no es ese referente de limpieza y lucha contra la corrupción que le convirtió en el mayor partido político de España en la década de los 90.

Esa limpieza era, en palabras de la propia Aguirre, un gran "tesoro" que se ha “dilapidado”, no sólo por la reiteración de casos de corrupción sino, sobre todo, por la muy deficiente respuesta de la actual dirección del partido. Cuando habla de luchar contra la corrupción, Aguirre merece crédito porque siempre la ha denunciado, siempre ha apartado a los corruptos de su lado y siempre se ha mostrado inflexible con ella y ellos. Por el contrario, cuando Rajoy habla de regeneración o cuando Sáenz de Santamaría presume de transparencia los propios simpatizantes y afiliados del PP no ven más que palabrería huera.

Aguirre ha exigido que el suyo "vuelva a ser un partido limpio", y eso no sólo es importante para el PP sino para España: si el PP sigue siendo el partido de Bárcenas y el PSOE no deja de ser el partido de los ERE, la única alternativa regeneradora que verá la ciudadanía será la izquierda liberticida de Podemos, que tiene por referentes a algunos de los regímenes más corruptos del mundo y que, si se muestran fieles a su admirado recetario kirchnerista o bolivariano, destrozarán la economía nacional y hundirán en la miseria a millones de españoles.

Dejar España en manos de la ultraizquierda antisistema sería el último gran desastre aparejado a la nefasta gestión de Rajoy, que parece no calibrar el pésimo estado de España, de sus Administraciones, de su partido y de la oposición; que sigue sin comprender que afortunadamente ya no cuelan los discursos insustanciales y los acuerdos ideados para no cumplirse.

Si Rajoy y Pedro Sánchez quieren que los ciudadanos crean de verdad que PP y PSOE por fin van a acabar con la corrupción, que se dejen de palabras vacías y que en lugar de firmar papeles mojados lleguen a un acuerdo para despolitizar la Justicia y que los jueces actúen en consecuencia, caiga quien caiga.

Por otro lado, no es posible analizar la vorágine informativa que arrojó este lunes sin señalar el clamoroso contraste entre la celeridad e implacabilidad de la Fiscalía cuando se trata de actuar en determinadas partes del país, o contra ciertos individuos, y la morosa cautela, la cobardía o la escandalosa componenda que exhibe en otros territorios o cuando andan de por medio otros personajes. Por supuesto, no se trata de criticar a la Justicia por que lleve adelante una vasta operación en cuatro comunidades autónomas que resulte en la detención de decenas de personas, políticos relevantes implicados, sino que se comporte de muy distinta manera cuando los protagonistas de los escándalos son el clan Pujol o doña Cristina de Borbón, por poner dos sonados ejemplos. La Fiscalía Anticorrupción está en el disparadero y no puede dejar de estarlo mientras los políticos y los que se dejan dirigir por los políticos no pongan remedio. Por eso tiene un grave problema de credibilidad, como lo tienen una Justicia ominosamente politizada y los partidos directamente responsables de ello, que harían bien en aprender la lección que ha dado Esperanza Aguirre este lunes: está en juego incluso su propia supervivencia.

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