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EDITORIAL

Errejón o la nueva casta de Podemos

Podemos no aspira a acabar con la casta, sino a sustituirla por una mil veces peor: la suya.

Tan sólo un día después de su designación como responsable de la Secretaría Política de Podemos, Íñigo Errejón se ha visto envuelto en la polémica por estar ingresando una importante cantidad de dinero público de una universidad andaluza sin que, aparentemente, esté cumpliendo con las obligaciones presenciales que asumió al aceptarlo. Errejón recibe mensualmente más de 1.800 euros por unas labores de investigación a las que, según su partido, dedica "el escaso tiempo libre que le queda". Sin embargo, el contrato con la Universidad de Málaga fija una dedicación de cuarenta horas semanales que, a la vista de las ocupaciones del dirigente de Podemos, es imposible que esté cumpliendo en su totalidad.

A este uso impropio de fondos públicos, que tiene en la jurisprudencia una calificación muy precisa, se añade el agravante de nepotismo, tan generalizado en la universidad pública, dado que es uno de sus colaboradores en la junta directiva de Podemos, Alberto Montero, el responsable del proyecto de investigación sobre la vivienda en Andalucía para el que se ha contratado a Errejón, a pesar del escaso tiempo que está en disposición de dedicar al estudio de "las políticas para la desmercantilización" del mercado inmobiliario.

El episodio tiene su importancia, porque los jóvenes fundadores de Podemos llevan desde su creación acusando a la clase política de aprovecharse de una serie de privilegios intolerables que sufragan los ciudadanos. Pues bien, eso es precisamente lo que ha estado haciendo uno de sus principales líderes. Si esto ocurre antes de que Podemos acceda a las instituciones, asusta pensar lo que puede pasar en caso de que se convierta en una fuerza política relevante, como anuncian prácticamente todas las encuestas.

Sólo el incumplimiento abrumador de las promesas electorales del Gobierno y la transigencia de los partidos tradicionales con los inagotables casos de corrupción que surgen de entre sus filas pueden explicar que un movimiento liberticida arracimado en torno a unos universitarios marxistas esté descollando en las encuestas antes incluso de elaborar un programa electoral mínimamente inteligible. El bochorno de la actuación de Pablo Iglesias en la entrevista del pasado domingo con la periodista Ana Pastor, nada sospechosa de animadversión a Podemos, pone de manifiesto la vacuidad de un movimiento que tiene como objetivo alcanzar el poder a toda costa aprovechándose de la desesperación de amplias capas de la sociedad que en otras condiciones jamás le entregarían su confianza.

En Libertad Digital advertimos desde el primer minuto que los cabecillas de Podemos están dispuestos a acabar con el sistema de libertades propio de las democracias liberales para imponer sus postulados de estirpe bolivariana. PP y PSOE han estado haciendo todo lo posible en el último año para que un partido antisistema, que en otras condiciones no pasaría de tener una representación marginal, esté en estos momentos amenazando con alcanzar cotas de poder inimaginables en caso de que hubieran actuado con un mínimo de decencia política y sentido común. Si persisten en el error, los liberticidas de Podemos acabarán alcanzando su único objetivo, que no es acabar con "la casta" sino sustituirla por una mil veces peor, habida cuenta de su ideario comunista.

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