
La gran anomalía democrática de estos tiempos convulsos no es la que denuncian los podemitas cuando justifican su deseo de acabar con "el sistema del 78" (o sea, con la democracia), sino precisamente que ellos hayan llegado a alcanzar alguna cuota de poder político. No pasa nada por que, en su inmadurez, haya jóvenes que piensen que viven en el peor de los mundos posibles y que su deber es hacer una revolución al estilo chavista. El problema es cuando el pueblo soberano los hace concejales. Y de ahí al Gobierno de la Nación, porque para esta juventud soñadora de pesadillas totalitarias nada es suficiente.
En estos momentos, Madrid tiene dos concejales aficionados al humor gore y una chica que irrumpía en las iglesias con las tetas fuera y ciscándose en lo más sagrado de portavoz. Pero es que para eso son ediles de la capital, qué narices. Sus compañeros al frente del ayuntamiento de Zaragoza, más comedidos, se han limitado a comportarse como una banda de canis celebrando la despedida de soltero del Yoni. Pero es que allí la gente es muy suya y una broma sobre la Virgen del Pilar puede llegar a implicar un par de endodoncias.
Unos y otros están mostrando de manera brillante lo que significa votar a estos partidos de ungidos, que venían a devolvernos la democracia secuestrada por el Ibex 35. Su ejemplo es necesario para que los contribuyentes sepan lo que les espera, y eso que todavía no han comenzado a tocar presupuesto. Es emocionante pensar lo que pueden dar de sí estas criaturas con 30 millones de euros para gastar a su antojo. Lo vamos a ver muy pronto, pero para eso es necesario que los podemitas más sonrojantes permanezcan en sus cargos. Como el Guille, (así le llaman sus amigos y admiradores), todo un símbolo que anuncia grandes días de gloria a poco que se le pase el susto. Nada de dimitir. Su deber es gestionar el dinero de los madrileños con toda la imaginación de que sea capaz. Para divertirnos con él, claro, pero también para que buenistas y despistados voten en las elecciones generales con mayor conocimiento. El único servicio público que toda esta banda puede prestar.
