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EDITORIAL

Rajoy no escarmienta

Lo más grave no son los eternos problemas de comunicación, lo peor es que no tienen nada que comunicar.

Ni el doloroso resultado electoral del pasado 24 de mayo ni la brutal pérdida de poder autonómico y municipal que ha acarreado al PP parecen haber sacado de su letargo político al presidente Rajoy.

Ni ha hecho autocrítica que merezca tal nombre; ni ha introducido cambios en un Gobierno cuyos integrantes están más que chamuscados; ni ha dado el impulso que prometía y que necesita un PP que, en estado de shock, sólo ha ofrecido unos pocos rostros jóvenes y, sobre todo, más de aquello que no ha funcionado: el propio Mariano Rajoy. Por no haber, ni siquiera ha habido un verdadero cambio de discurso en los populares o la menor mejora en la desastrosa política de comunicación del Gobierno a la hora de vender lo que iban a ser unas medidas estelares de cara al próximo envite electoral.

Sí, es cierto que la devolución de los famosos moscosos a los funcionarios o de parte de la paga extra que perdieron éstos años atrás no es una nueva política sino un parche electoralista, pero lo dramático es comprobar como el Gobierno no es capaz de hacer ni demagogia electoral: lo que debía ser un anuncio que diese a los de Rajoy cierta iniciativa política se ha convertido en un caos de filtraciones, desmentidos y afirmaciones que no ha servido sino para desgastar más al PP.

Pero lo más grave no son los eternos problemas de comunicación, lo peor es que no tienen nada que comunicar: ante el evidente desgaste electoral, con el claro ascenso del populismo y frente a la complicadísima situación política que atraviesa España, Rajoy, su vicepresidenta Sáenz de Santamaría o su hombre para todo Jorge Moragas son incapaces de otra cosa que no sea insistir en la recuperación económica y malanunciar medidas de corto alcance que, incluso en el mejor de los casos, tendrían escasísimo impacto electoral.

Tras casi cuatro años en el Gobierno, Rajoy no escarmienta y sigue convencido de que lo único que le importa al electorado es la economía; pero incluso en ese campo es incapaz de proponer o tomar medidas de largo aliento –por ejemplo, en esta legislatura se podría y debería haber abierto el muy necesario debate sobre las reformas que son necesarias en la función pública–, y en lugar de eso cree que es suficiente con tratar de ganar los votos de los funcionarios con unas limosnas.

Rajoy no hace sino confirmar su incapacidad para el cargo que ocupa… y dejar pasar el tiempo hasta el colapso final de su carrera política y de su Gobierno, que muy probablemente sea también el de su partido, que tan mansa e insensatamente se está dejando llevar al matadero.

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