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Javier Somalo

Miedo al nacionalismo, a la Ley y a la Libertad

El mensaje del rey iba más dirigido al Gobierno y a los jueces que al propio Mas, del que ya dijo que era “irreconducible”.

Dice el presidente Rajoy que Artur Mas, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez son "una amenaza" para España. Publica el ABC que la extrema izquierda y los separatistas quieren "derrocar al rey". Y según el rey, "el respeto a la Ley no es una alternativa". Antes de anunciar si la nieve es blanca tendremos que convenir en que lo peor de las obviedades es que sucedan ante nuestras narices sin que los actos tengan consecuencias.

Durante una entrega de despachos judiciales en Barcelona, en presencia de Artur Mas y de la cúpula togada, Felipe VI dijo así:

"Para el Poder Judicial como para el resto de instituciones del Estado, el respeto a la ley nunca ha sido ni debe ser un trámite, una mera formalidad, una alternativa"

El rey quiso marcar de forma especial la palabra "alternativa" elevando la vista del papel al pronunciarla, avisando de que cree en lo que lee. Nadie elige si cumple o no la ley. Pero nadie elige tampoco si la aplica o no. Cumplir y hacer cumplir es, necesariamente, igual de importante.

Posteriormente, el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, añadió: "No hay democracia sin respeto a la ley", de donde inmediatamente cabe deducir que no hay democracia en Cataluña ni, por ende, en España.

Respetar la ley no es una alternativa. Pero, ¿cuál es la alternativa ante su violación? Veamos qué dijo horas antes Francisco Pérez de los Cobos, presidente del Tribunal Constitucional: "No me gustaría que se aplicara el artículo 155". O sea, que hacer cumplir la ley sí es una alternativa y encima va en gustos.

La prensa y los políticos han querido que el único destinatario del mensaje del rey sea Artur Mas. De hecho, según algunos columnistas, el PP y el PSOE echan de menos mayor contundencia y reclaman al rey que hable con absoluta claridad contra el proceso separatista. Le piden que haga lo que ellos no se atreven. Pero el mensaje del rey iba más dirigido al Gobierno y a los jueces que al propio Mas, del que ya dijo que era "irreconducible" aunque nos hayamos enterado por la versión macarrónica de un personaje como Miguel Ángel Revilla al que jamás ha preocupado España. Era previsible que Artur Mas no se sintiera aludido por las palabras del rey. Lo grave es que políticos y jueces buscaran en el catalán un atisbo de rubor y no se miraran unos a otros absolutamente avergonzados.

Como sigo creyendo que el discurso de coronación de Felipe VI fue sincero tengo que rescatar por enésima vez uno de sus párrafos:

"Un Rey (…) ha de respetar también el principio de separación de poderes y, por tanto, cumplir las leyes aprobadas por las Cortes Generales, colaborar con el Gobierno de la Nación, a quien corresponde la dirección de la política nacional, y respetar en todo momento la independencia del Poder Judicial".


Es el rey el que está reclamando al Gobierno y a los jueces que actúen. Otra cosa es que Felipe VI necesitara tantas reuniones, visitas o encuentros con el arrogante Mas para comprobar qué es el separatismo. O soportar –y hacernos soportar– las sonrisas de aprobación y regodeo ante los constantes desmanes separatistas, ya fuera en la visita a una fábrica o en un estadio de fútbol. Quizá fue este lamento el inspirador de la portada del monárquico ABC. Majestad, ¿por qué va tanto el cántaro a la fuente? Pero no descartemos que Felipe VI haya querido zanjar de una vez por todas el tardojuancarlismo en el que sigue instalado el Gobierno para concentrar en unos meses la evidencia: el diálogo con el separatismo es imposible.

El separatista es inintegrable por naturaleza; se quiere separar. Se ha dicho y demostrado hasta la saciedad. También se ha constatado que el separatista aprovecha en su proceso de escisión todos los recursos posibles que emanen del conjunto del que quiere salir. Gracias al fútbol mucha gente ha comprendido ese mecanismo que en política les parecía tan complicado. Pep Guardiola y Xavi Hernández han hecho la pedagogía perfecta. Pero en España siempre cabe intentar lo imposible, por supuesto al margen de la ley –pero con la connivencia judicial– y a costa de la libertad.

"Hablando se entiende la gente", dijo el padre. Y le contestó años después Ada Colau retirando su busto –el del padre– de la sala de plenos del ayuntamiento de Barcelona, ciudad que dio título al abuelo y en el mismo día en el que el nieto pronunciaba allí su discurso.

Hizo bien Alberto Fernández Díaz, concejal del PP en Barcelona, al sustituir el vacío por un retrato de Felipe VI que de inmediato fue también retirado por la alcaldesa Colau. Pero la respuesta no puede reducirse a una batalla de símbolos al amparo de una ley de bustos. Hasta la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha levantado la barbilla para decir que "en España los símbolos están protegidos" y que si necesitan sustituir el busto del padre por el del hijo ella misma se lo hace llegar porque la ley hay que cumplirla. Se crecen en la anécdota y se arrugan en la categoría. Si luchan por el símbolo sin preocuparse por lo que representa es que son tan incapaces los que reponen como los que quitan.

Constatadas las dramáticas obviedades y observado el fracaso de la doctrina emérita, ¿cuáles son los planes? El Gobierno, dentro de su superficial cambio en la política de comunicación, pretende mostrarse más firme y ahora dice que no va a "permitir" lo que antes sólo decía que no iba a "suceder". Como García Margallo, habitual merodeador de la cuestión catalana, está lamiéndose las heridas tributarias, la vicepresidenta ha aprovechado para decir que se usarán "los mecanismos que la Constitución establece", eso sí, "con proporcionalidad". ¿Se refiere al quita y pon de bustos o al artículo 155 –lo más proporcional al desacato de Mas– que no le gusta al presidente del Tribunal Constitucional? Se nos dice que el Gobierno "actuará" para que la ley se cumpla cuando la Generalidad catalana lleva años presumiendo de su inobservancia y no pasa nada.

Pues tenemos muy a mano las consecuencias de actuar como si nada pasara: Navarra es hoy lo quería ETA. Mató para conseguirlo. Pero, ¿cuál es el mensaje unánime de la clase política, Gobierno incluido, al ciudadano? Que hemos vencido al terrorismo con el Estado de Derecho. Quizá la familia de Jesús Ulayar o de Tomás Caballero o de tantos otros navarros como españoles no opine lo mismo. Recordemos cuando se hablaba de los precios que jamás pagaría un gobierno en una negociación con terroristas. Uno de ellos era Navarra; otro, los presos. Pagados están ambos desde el mismo instante en que se admitió a ETA como partido político rechazando las pruebas en contra de la Guardia Civil, de algunos jueces y fiscales y de un puñado de políticos de verdad. Nunca iba a suceder, eran las orejas de un lobo que jamás cruzaría el umbral del redil. Ahora mismo hay reunión de pastores.

El rey de España ya no espera a Nochebuena para hablar. No sé por qué ha de hacerlo el presidente del Gobierno "a quien corresponde la dirección de la política nacional". Puede ser por miedo al nacionalismo que antaño puso en La Moncloa al PP y al PSOE. O por miedo a la dura ley, pero ley. O lo peor de todo: por miedo a la libertad.

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