Ciudadanos presentó este lunes el cuarto pilar de su programa económico, el dedicado a la educación. Puede haber a quien le sorprenda que este tema se integre dentro de los contenidos dedicados a la economía, pero éste ha sido un empeño de Luis Garicano, convencido de que es una cuestión clave para el cambio del modelo productivo del que todo el mundo habla y alcanzar la mejora de la productividad que nuestras empresas necesitarán si quieren competir en la nueva economía.
El documento está repleto de buenas intenciones, pero hay menos promesas concretas que en las tres partes presentadas hasta ahora del programa económico (mercado laboral, empresas e impuestos). Especialmente en lo que hace referencia a la etapa no universitaria, el texto de Ciudadanos tiene más de desiderátum que de contrato con los electores. Así, se habla de aumentar la autonomía de los directores de las escuelas (lo que incluiría la contratación de su personal), elevar la exigencia para el profesorado, asegurar la igualdad de oportunidades sin que eso implique descuidar la excelencia o implantar pruebas externas a los centros para medir su rendimiento.
Todos ellos apuntan en la buena dirección. Sin duda, la escuela española necesita profundas reformas y Ciudadanos pone el acento en algunos de los problemas que se han mostrado más resistentes al cambio. Sin embargo, esto no es suficiente.
El modelo de educación pública que el PSOE puso en marcha hace ya tres décadas ha probado estar muy preparado para enfrentarse a todos aquellos que quieren cambiarlo. Los grupos de presión, entre los que destacan los sindicatos del ramo, están bien organizados y saben cómo trasladar sus consignas a la sociedad para hacer creer al público que todo el que quiere tocar sus privilegios es un enemigo de las familias con pocos recursos, la escuela pública o los buenos profesores. Así, aunque desde hace años España tiene unos resultados en las pruebas internacionales por debajo de la media de la OCDE pese a tener un gasto por alumno superior al de estos países, han conseguido que para buena parte de la población de nuestro país el único problema que tiene nuestro sistema sean los famosos recortes, que ni han sido tantos ni han afectado al diseño del modelo.
Por eso, para que sea creíble, una propuesta de reforma debe ir acompañada de medidas mucho más concretas que las que pone sobre la mesa Ciudadanos. La resistencia será muy dura y si quiere llegar al final del trayecto, necesitará un plan definido y con objetivos muy claros. De hecho, en la parte de la universidad sí se mojan, incluso desde el lenguaje. Así, promete acabar con la "estalinista burocracia" que impera en la educación superior e implantar un modelo de atracción del talento que abra las puertas de nuestras facultades a los alumnos extranjeros más preparados. Pero en la educación no universitaria, apenas el MIR para profesores es una promesa de esas que pueden verse y tocarse. Lo demás, simplemente va en la línea de lo apuntado por la LOMCE de José Ignacio Wert, algunas de cuyas mejores ideas se quedaron por el camino en la tramitación, entre otras cosas porque el Gobierno no se atrevió a enfrentarse al lobby de la marea verde.
Dicho todo esto, hay que felicitarse porque alguien recupere algunos principios que deberían ser básicos: incentivar el esfuerzo de estudiantes y profesores; implantar un modelo bilingüe (castellano-inglés) o trilingüe (castellano-inglés-lengua cooficial) real en todo el territorio nacional; evaluar el rendimiento y premiar a los centros, maestros o alumnos que lo merezcan; reducir la burocracia y abrir las universidades a la competencia, acercar los planes de estudio de escuelas y facultades a lo que está demandando el mercado laboral, acabar con la endogamia en los departamentos universitarios... Y todo ello con el convencimiento de que la financiación es importante, pero aún más lo es tener un modelo claro del sistema educativo.
Ciudadanos ha puesto una propuesta interesante sobre la mesa. No lo tendrá fácil para defenderla. Torpedearán sus intentos, con acusaciones absurdas pero con gancho para ciertos sectores de la opinión pública. O tratarán de quedarse sólo con lo bueno (más autonomía para las escuelas y universidades) sin atender a lo que no interesa (evaluación). Deberán estar atentos para que eso no ocurra. Un escenario en el que a los actuales actores se les da más libertad sin ningún control sería un paso atrás incluso respecto a la situación actual. Es un reto para el que hacen falta valentía y decisión política. Permitirá medir, mejor que ningún otro, hasta donde llega el compromiso con ese regeneracionismo, resumido en su frase "el cambio sensato", del que presume Albert Rivera. Si cree que hasta ahora ha tenido que superar muchas dificultades, que espere a meterse en el lodazal del sistema educativo. Todo lo que haya pasado hasta ahora le parecerá apenas un juego de niños.

