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El caso 'Alfon' y la catadura de la izquierda siniestra

Parece que sólo saben hacer una cosa: atropellar al prójimo y destruir. Y aún tienen la desvergüenza de ir dando lecciones.

El apoyo que diversos colectivos y partidos de izquierdas prestan al presidiario Alfon –Alfonso Fernández Ortega– es uno de los episodios más bochornosos de la política española de los últimos años, que no han estado escasos de asuntos sonrojantes.

Alfon, con antecedentes policiales por delitos tan graves como robo con violencia, tráfico de estupefacientes y agresión sexual, cumple ahora condena por tenencia de explosivos. Explosivos que, además, no tenía almacenados en su casa, sino que conformaban un artefacto preparado para ser detonado; una bomba, en definitiva, que el condenado llevaba en su mochila durante la huelga general del 14 de noviembre de 2012.

Pero ni sus antecedentes ni este último delito han evitado que se convierta en una suerte de héroe para la izquierda liberticida, al punto de que en el Parlamento se ha llegado a presentar una proposición no de ley en la que se afirma que semejante delincuente está "acusado falsamente por la Policía", disparate que ha pulverizado el Tribunal Supremo con una sentencia que no ha hecho sino enardecer aún más a los defensores del sujeto. Así, está previsto que el mes de noviembre abunde en muestras de apoyo al susodicho, que tendrán como punto culminante la instalación de una placa y un mural en su honor nada menos que en la ciudad de Madrid, en manos del movimiento ultra Podemos.

El aquelarre propagandístico en defensa del condenado Alfon no ha de quedarse en vergonzosa anécdota, habida cuenta de la lección que puede extraerse de este asunto: la afición de una parte notable de la izquierda por la violencia. Una izquierda que a veces va de pacifista y buenista pero a las primeras de cambio ensalza a criminales portadores de explosivos.

Una izquierda liberticida e intimidatoria ocupa el poder en lugares de extraordinaria importancia, como Madrid o Barcelona, en los que además está haciendo gala de una incompetencia abrumadora. Ayuntamientos como el de las dos ciudades más importantes del país o el de Cádiz, que padece al denominado Kichi como alcalde, están sumidos en el caos y el escándalo permanente. En ellos, la izquierda más impresentable sólo se muestra diligente a la hora de enchufar a parientes y simpatizantes, incordiar a los vecinos y agredir a los generadores de riqueza y empleo.

El condenado Alfon y sus más influyentes correligionarios parece que sólo saben hacer una cosa: atropellar al prójimo y destruir. Y aún tienen la desvergüenza de ir dando lecciones.

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