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EDITORIAL

Bochornosa utilización de la mujer por parte de la izquierda liberticida

El Día de la Mujer Trabajadora es ya sólo un pretexto para que la izquierda imponga nuevas regulaciones en su vieja tarea de socavar la libertad.

La izquierda española, sin duda la más sectaria de Europa, utiliza las celebraciones internacionales que conmemoran avances sociales para intentar introducir nuevas imposiciones de su particular agenda política.

En el caso del Día dela Mujer Trabajadora, los partidos de izquierdas han convertido el homenaje a unas trabajadoras que lucharon por sus derechos laborales a mediados del siglo XIX en un espectáculo grotesco en el que se mezclan la política de género, la perversión del lenguaje, la aprobación de regulaciones contraproducentes para todos –sobre todo para las mujeres– y la financiación de todo tipo de campañas de concienciación, a cuál más absurda.

Esto era ya así cuando las fuerzas de izquierda en las instituciones eran el PSOE y, en menor medida, IU. Con la irrupción del movimiento ultra Podemos se ha llegado a estupideces tan notables como la invención en Barcelona del término mujeraje, al parecer más igualitario que el homenaje al que pretende sustituir, y la colocación de una falda a las figuras de los semáforos en Valencia, otro bastión de la nueva política.

Y mientras Colau y Ribó combaten al opresor heteropatriarcado con la furia que les permite su control del presupuesto, el partido gracias al cual se h an encaramado al poder edita unos folletos en los que, en lugar de mujeres discriminadas, aparecen las imágenes de Iglesias y Errejón.

Pocos ejemplos dan mejor cuenta de la hipocresía de la izquierda que esta bochornosa utilización de una conmemoración señalada. Los líderes neocomunistas tenían la oportunidad de dar un paso adelante en la defensa de la mujer allí donde es discriminada de manera inhumana. Por ejemplo en la República Islámica de Irán, con cuyas autoridades Iglesias y Errejón mantienen estrechos y muy rentables lazos. Allí callan y ponen la mano; aquí imparten doctrina y ponen sus rostros masculinos en una campaña de exaltación del feminismo más radical.

La renuncia de la derecha a librar la batalla de las ideas tiene en este feminismo liberticida una de sus peores consecuencias. De hecho, no es que el PP haya eludido el combate, sino que ha sumado sus fuerzas al otro bando utilizando las mismas trampas del lenguaje y poniendo en marcha todo tipo de entes absurdos allí donde gobierna, como los observatorios de sexismo, las cátedras de igualdad y las comisiones para el estudio de impacto de género.

El Día de la Mujer Trabajadora es ya sólo un pretexto para que la izquierda proclame la necesidad de imponer nuevas regulaciones de todo tipo con el fin de seguir socavando la libertad. Y para dejar en evidencia a una derecha que se avergüenza de sí misma y avergüenza a buena parte de sus votantes.

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