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EDITORIAL

Lo prioritario es acabar con el populismo

Hay que ser bien conscientes de que la amenaza populista sigue ahí, y darle otra oportunidad sería un tremendo error histórico.

El fracaso de Unidos Podemos el pasado domingo es un acontecimiento de extraordinaria importancia, como lo sería que una fuerza liberticida de extrema izquierda alcanzase el poder en España.

Cuando todo indicaba que los de Iglesias lograrían la hegemonía de la izquierda y, más pronto que tarde, tomar el poder, un giro inesperado evitó el famoso sorpasso y da España una gran oportunidad para detener definitivamente el ascenso del populismo.

Esa debe ser una de las prioridades políticas de esta legislatura que se inicia: derrotar al populismo exhibiendo sus miserias, sus mentiras, su inconsistencia y, también, desmontando los irresponsables apoyos mediáticos que lo ceban.

Y debe serlo no sólo porque obviamente conviene a los tres grandes partidos, sino sobre todo porque conviene a España, para que no acabe siendo una nueva Grecia o, peor, Venezuela.

Sería imperdonable que las ambiciones personales o políticas cortoplacistas llevasen a unas terceras elecciones, de imprevisible resultado y que podrían insuflar a los extremistas aire fresco ahora que están medio asfixiados. Tanto Ciudadanos como el PSOE y, por supuesto, el PP deben tener la suficiente altura de miras para que sea posible llegar a algún tipo de pacto que no sólo permita la constitución de un Gobierno, sino que asegure un calendario de reformas a medio y largo plazo.

Unas reformas económicas, y también políticas, que solucionen algunos de los grandes problemas de España, que son luego manipulados con demagogia por los populistas para medrar en las urnas.

No es el momento, por tanto, de parapetarse en posiciones maximalistas ni de rechazos personales, que, por muy comprensibles que puedan ser, están fuera de lugar tras el 26-J. Pocos medios han sido tan críticos con Mariano Rajoy como Libertad Digital, pero lo cierto es que ha salido bastante reforzado de las urnas: él debe ser el presidente y los demás partidos han de asumirlo y, en lugar de perder el tiempo en obcecaciones, servirse de la negociación para forzar las reformas que precisa la Nación.

Hay que ser bien conscientes de que la amenaza populista sigue ahí, y darle otra oportunidad sería un tremendo error histórico.

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