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EDITORIAL

Un presidente polémico para sustituir a otro nefasto

El legado de Obama en la escena internacional no podía ser más nefasto, ni el prestigio prestigio histórico de EEUU como garante de la libertad estar en cotas más bajas.

El primer discurso de Donald Trump como presidente estadounidense no ha variado el guión que, con luces y sombras, ha caracterizado su campaña electoral. El nuevo inquilino de la Casa Blanca puso especial énfasis al proclamar el inicio una nueva era en la política estadounidense que, a partir de ahora, estará por encima del dictado de las élites y más próxima a las necesidades reales del pueblo norteamericano. Ese es precisamente el tipo de mensaje que ha calado entre la clase media norteamericana, cuyos intereses han sido obviados -cuando no combatidos- durante los dos mandatos de Barack Obama.

Precisamente la primera decisión ejecutiva de Donald Trump ha sido paralizar la implantación del seguro estatal ideado por Obama, hasta tanto el nuevo Congreso se pronuncie sobre su reforma o derogación. El gesto tiene un gran valor simbólico, dado que el llamado 'Obamacare' fue una de las medidas estrella de la anterior Administración y objeto de un gran rechazo por parte del contribuyente medio estadounidense.

Las propuestas proteccionistas de Trump, refrendadas en su primer discurso oficial, dibujan un panorama sombrío para la economía norteamericana, que el flamante presidente quiere basar en el aislamiento. Habrá que ver si el contacto con la realidad de una economía global, en la que EEUU quiere seguir teniendo un papel preponderante, permite a Trump llevar a cabo esta nueva estrategia económica a todas luces contraproducente.

Pero donde más se ha de notar el relevo en la Casa Blanca es, sin duda, en la política exterior. Estos últimos ocho años han sido una concatenación de sonoros fracasos que ha llevado a EEUU a unas cotas de descrédito internacional nunca vistas desde los tiempos de Jimmy Carter, el peor presidente de la reciente historia norteamericana hasta la llegada de Obama.

La elusión de responsabilidades de EEUU en Oriente Medio, la zona más crítica del planeta por los conflictos que alberga y su importancia estratégica, el abandono de sus aliados tradicionales, la política de apaciguamiento con el régimen de los ayatolás - patrocinador del terrorismo internacional y enemigo declarado de Occidente- y la cesión voluntaria de toda iniciativa a favor de la Rusia de Putin, han convertido al mundo entero en un lugar más violento y menos predecible de lo que ha sido durante décadas.

El legado de Obama en la escena internacional no podía ser más nefasto, ni el prestigio prestigio histórico de EEUU como garante de la libertad estar en cotas más bajas. Trump quiere acabar con esta situación que tanto angustia a los aliados occidentales fortaleciendo una nueva red de alianzas, aunque su tendencia al populismo le lleve a confiar en Putin desde luego mucho más de lo que conviene a Washington y a sus aliados de la OTAN.

Donald Tump llega a la Casa Blanca objeto del escepticismo que provoca necesariamente su peculiar forma de entender la política. Con todo, no cabe duda de que Estados Unidos inicia una nueva era de la mano de un personaje peculiar y cierra otra etapa, la de Barack Obama, inoperante en lo económico, conflictiva en lo social y siniestra en el exterior.

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