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Miguel del Pino

Fauna medicinal

Allí donde en ocasiones médicos, psicólogos y terapeutas no pueden sino reconocer su impotencia, los animales pueden jugar un papel clave.

Allí donde en ocasiones médicos, psicólogos y terapeutas no pueden sino reconocer su impotencia, los animales pueden jugar un papel clave.

Es preciso reconocer la beneficiosa influencia de algunos animales en el tratamiento de ciertas enfermedades mentales que la medicina no termina de comprender en sus bases neurológicas. El autismo es una de ellas, y la mejoría que experimentan muchos niños afectados por este mal cuando tienen ocasión de interactuar con animales resulta asombrosa.

Los educadores y demás terapeutas que trabajan con niños y niñas autistas lo saben muy bien: donde no llegan sus esfuerzos y su cariño puede acceder el contacto con el calor, la piel o la mirada de una mascota, y no hablamos en exclusiva de perros, sino de cualquier otro animal, a veces insospechado.

Me contaba una buena amiga, educadora de niños autistas, que había conseguido sus primeros éxitos en el caso especialmente difícil de una niña con afectación profunda, cuando en un curso de hipoterapia la criatura tuvo ocasión de montar sobre un pequeño caballo. Nada más sentir el contacto con la piel equina comenzó a responder a las instrucciones que recibía, a mover los brazos de manera coordinada y en definitiva, a comunicarse y comenzar a aprender.

Un ejemplo maravilloso

En esta ocasión es una preciosa niña llamada Iris Grace quien disfruta y mejora en su capacidad de comunicación con el mundo exterior por medio de su gatita: una Bosque de Noruega que mira embelesada a la pequeña y que la ayuda a superar sus aversiones.

Parece increíble que la gata haya superado su propia e innata aversión al agua para acompañar a la niña en el baño y hacerle así superar su miedo al medio líquido. Iris y su gata se bañan juntas, y parecía imposible conseguir que la niña se acercara a la bañera que le producía terror desde su primera infancia.

Hablamos del mundo exterior de Iris Grace, porque su mundo interior, con el que tanto cuesta comunicarse, domina el secreto del arte. La pequeña se ha revelado como una excelente pintora y sus cuadros se cotizan hoy en buena parte de Norteamérica, especialmente en Hollywood. Los beneficios obtenidos permiten a sus padres financiar los costosos tratamientos que necesita.

Los humanos, ni médicos, ni compañeros, cuando se pretendió insertar a Iris Grace en el ambiente del colegio, conseguían apenas mejoría. Se trataba de un caso de autismo grave, con terror a otros niños, graves trastornos en el lenguaje y aislamiento emocional casi absoluto, pero entonces apareció Thula.

Thula es su gata, su mejor amiga y quien mejor la entiende. Siempre que los terapeutas han tratado de que Iris Grace adquiera habilidades, como atender a la musicoterapia y superar el miedo a los viajes, lo hacen estando la niña en compañía del animal, que es quien mejor sabe estimular su mundo emocional, a veces tan sólo con su mirada.

Iris Grace tiene unos excelentes padres que hacen todo por ella, hasta disminuir el ritmo de su actividad profesional, que era alto y complejo, para acompañar todo lo posible a sus hijos. Aquí no podemos hablar de "padres nevera" como algunos terapeutas llaman a los progenitores demasiado ausentes de la educación de sus pequeños con anomalías cognitivas. Pero Thula sigue siendo imprescindible.

Toda una pintora

Seguramente este caso ha saltado a los medios de comunicación gracias a las asombrosas habilidades pictóricas de la niña, cuyos trabajos se han comparado con los de algunos excelentes impresionistas: no es el único, pero sí es muy representativo.

Porque los niños autistas necesitan una verdadera combinación de terapias para lograr que se comuniquen con el mundo exterior, y los éxitos suelen conseguirse mediante la combinación de todas ellas: música, pintura, compañía constante de los padres. Pero los animales pueden ser en muchos casos insustituibles.

El término "autismo" fue utilizado por primera vez por el psiquiatra de origen austriaco Leo Kanner (1896-1981) para definir una enfermedad mental caracterizada fundamentalmente por la tendencia al aislamiento en su mundo interior que sufren ciertos niños y niñas desde el momento de sus primeros contactos con sus semejantes. Aún hoy sigue planteando numerosas preguntas y se ha interpretado de formas diferentes.

El trabajo de Kanner se publicó el año 1943 con el título Trastornos autistas del contacto afectivo. Destaca en el mismo que no se trata de un trastorno con uniformidad de síntomas, y que cada caso presenta peculiaridades que merecen atención singularizada. El psiquiatra trabajó con un grupo de once pacientes, ocho niños y tres niñas.

Los signos más evidentes de los pequeños con autismo se pueden esquematizar en tres aspectos básicos: retraso y alteraciones en la adquisición y el uso del habla y del lenguaje, insistencia obsesiva en mantener el ambiente sin cambios, e incapacidad para relacionarse con las personas.

Sí con animales

Con las personas, pero no con los animales, al menos esto ocurre en muchos casos, hasta el punto de que el contacto con una mascota puede resultar decisivo para lograr por lo menos algunos éxitos en el tratamiento de los pequeños.

Perritos, monos, caballos… en este caso una gata, y otras veces pájaros o cualquier otro animal susceptible de conectar con el cerebro infantil, ayudan a los terapeutas ya de manera habitual, cuando vamos conociendo mejor las raíces del autismo.

Nos encontramos ante una de las más hermosas utilizaciones de los animales de compañía, nunca mejor dicho, en la terapia frente al autismo: viene a sumarse a las muchas virtudes que muestran estos miembros de la fauna tan cercanos a nosotros. Presentan en su "hoja de servicios": guía de invidentes, rescate de personas en catástrofes naturales, detección de drogas y explosivos, y también, sin llegar al heroísmo, aporte de compañía a quienes viven en soledad.

No en vano el sesenta por ciento los habitantes de las grandes ciudades europeas, tiene un en su casa al menos un amigo lleno de pelos, plumas o escamas.

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