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Agapito Maestre

Desesperación y serenidad

Los separatistas han dado un nuevo paso más en la destrucción de España. Siguen consumando un golpe de Estado.

Los separatistas han dado un nuevo paso más en la destrucción de España. Siguen consumando un golpe de Estado. Lo esperábamos. Pero el Gobierno, PSOE y C’s simulan que no lo esperaban. La reacción del Gobierno es tan bochornosa como la de la mayoría de los medios de comunicación. Los periódicos españoles persisten en mostrarnos un mundo al revés. Esto es de chalados. Los periódicos siguen buscando placebos para la muerte de la ciudadanía española. Deleznable es su reacción tibia ante la meliflua respuesta del Gobierno a los separatistas: "Es una patada a la democracia". ¡Dios santo, señora vicepresidenta del Gobierno, cómo puede llamarle patada a la democracia a lo que es un golpe de Estado!

Los periódicos y el Gobierno no quieren o no pueden enterarse de lo que está pasando. Por ejemplo, me cuesta entender que sea verdad el titular: "Frente a la desesperación separatista, la serenidad del Estado". La mayoría de los medios de comunicación se niegan a hacer pedagogía política. Desnacionalizado por completo el Estado español, sin élites políticas dignas de ser tratadas con respeto intelectual, no quieren decirle a sus lectores una cosa sencilla: prepárense los españoles de toda clase y condición a sobrevivir sin columna vertebral. La fiesta de la famosa democracia toca su fin.

No se trata de la independencia de Cataluña sino de la destrucción de España. Los periódicos siguen ocultando lo fundamental: estamos asistiendo a la agonía de la democracia del 78. Los secesionistas catalanes son tan culpables como toda la casta política española, empezando por el actual Gobierno de España y terminando por el último parlamentario del Congreso de los Diputados; de la Justicia no hablo, porque depende de la casta política. Están matando todo aquello que les da vida. Llevan décadas haciéndolo. Y, al fin, estamos al borde del abismo, de la desaparición de un sistema político que nos ha permitido vivir con un nivel aceptable de violencia y miedo; sí, cuando se hable de este período de la historia de España, nadie deberá olvidar el terrorismo de ETA y sus aliados nacionalistas.

Pero, ay, dirán ustedes ¿y ahora qué nos espera? Pues lo sabido: sangre, sudor y lágrimas. Y reproches. Nadie se privará de reprochar al otro las miserias que algunos venimos contando hace más de treinta años. Todos perderemos y mucho, pero nadie se irá de rositas de esta tragedia. También nosotros, esos millones de ejemplares ciudadanos de a pie, masas de españoles disciplinados a la hora de ir a votar, tendremos que hacer examen de conciencia. Sí, sí, tendrán que recordar, o sea, sufrir un poquito con la historia del franquismo, es necesario volver a preguntarse por qué tragamos millones de ejemplares ciudadanos tantos años con aquel régimen. Quizá por los mismos motivos que otros millones de ejemplares ciudadanos, durante los últimos cuarenta años, han seguido a pies juntillas las barbaridades que nos han hecho nuestros gobernantes. Quizá tengamos que preguntarnos por qué hemos votado a gente que odiaba a su país. Quizá tengamos que equiparar a los separatistas con todos aquellos que usaban España como cosa propia.

Sólo tengo un consuelo para este final de régimen. Se llama Historia. Sí, porque la Historia, por fortuna, jamás vuelve atrás, y no restaura nunca instituciones o estados sociales que perdieron su vitalidad o que su raíz se haya secado, no volveremos al franquismo, que suprimió ideológicamente casi a la mitad de la población, ni a la república, que terminó incluso odiando a quienes la trajeron. Si no hay vuelta atrás, ahora solo cabe confiar en que alguien aplique la Ley de Seguridad Nacional para que una futura democracia se tome en serio su principio: nacionalizar todas las instituciones. El resto es faramalla.

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