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José Manuel Puertas

Quo vadis, Barça?

Asediado por la urgencia histórica, el Barça de baloncesto mantiene una huida hacia delante en su gestión que ni mejora su presente ni edifica su futuro.

Sito Alonso, cabizbajo en un partido del Barcelona. | Cordon Press

Si hay un equipo que se ha ganado el calificativo de imprevisible esta temporada, y no precisamente en el sentido positivo de la palabra, es el Barcelona Lassa de Sito Alonso. Cierto es que algunos picos de sierra pueden ser más o menos previsibles durante una primera temporada de un entrenador que además coincide con un lavado de cara profundo a la plantilla. Pero permítanme decir que a este Barça prácticamente no hay por dónde cogerlo. Tan capaz de comenzar la temporada vislumbrando un equipo que jugaba a un ritmo que no se veía desde los orígenes de la era Xavi Pascual, con cinco victorias entre Euroliga y Liga Endesa, como de enlazar acto seguido cinco tropiezos entre ambas competiciones, hecho que se volvió a repetir a principios de diciembre. Ahora, tras una opulenta navidad, con otro repóquer de victorias, sus dos últimos partidos, en Atenas ante Panathinaikos, y en el Palau Blaugrana frente a Unicaja, han vuelto a poner a los catalanes ante el espejo. Y este Barça, cuando se ve reflejado, no se gusta. Lo indica la cara de Sito Alonso, enervado en demasiadas ocasiones desde que arrancara el curso, como le ocurriera a Georgios Bartzokas meses atrás.

El problema del equipo azulgrana es, seguramente, el de la indefinición. A sus dirigentes, Rodrigo de la Fuente o Albert Soler por ejemplo, se les ha llenado la boca de hablar de <<nuevos ciclos>> girando la vista hacia la cantera. Palabras que buscan regalar el oído a los aficionados, pero que hoy son, objetivamente, un campo minado. En este deporte que vivimos en el que el límite del éxito o el fracaso parece estar en muchas ocasiones marcado por un tiro que entra en el cesto o que desvía su trayectoria diez centímetros, e impacta en el aro y se sale, imagínense lo que supone para una entidad como el Barcelona quedar fuera de los ocho mejores clubes del Viejo Continente. En Can Barça saben perfectamente que el discurso de la cantera no puede asociarse en el corto plazo al triunfo deportivo en una Euroliga de altísimo nivel. En el plazo inmediato, mirar a los jóvenes en sinónimo indudable de ver desde lejísimos la Final Four de Belgrado, y seguramente también las finales de la Copa del Rey y la ACB. Y claro, a ver quién es el guapo que, si empiezan a sumarse derrotas, sigue defendiendo a capa y espada de los efebos. Hay que ser muy valiente para hacerlo, se sea entrenador, director deportivo, o presidente. Al final, los resultados mandan y, obviamente, cortan cabezas, laboralmente hablando.

El Barça pues, lejos, lejísimos de nuevos proyectos, está en ese medio camino tan incómodo por el que pasó el Madrid pre-Pablo Laso. Se ve atrapado por su urgencia histórica, pero por la evidencia de que el rumbo tomado no es el correcto. En el Palau Blaugrana se han acostumbrado a pagar enormes traspasos por jugadores que, siendo valiosos, seguramente no valgan tantos ceros juntos. Ni Adam Hanga es un alero tan determinante para perder la cabeza por él este verano, ni Víctor Claver ha justificado todavía la enorme inversión que supuso sacarlo del Lokomotiv Kuban. Qué decir de Tyrese Rice, camino de china tras uno de los mayores fiascos en la historia de los despachos azulgranas. El problema, además, es que con el mercado NBA repleto de billetes, los jugadores europeos de más nivel quieren ir a equipos donde crean que en uno o dos años puedan ganar la Euroliga, antes de cruzar el charco. Y el Barça, a día de hoy, no parece un candidato a alzar la Copa de Europa antes de un lustro en condiciones normales, lo que redobla la dificultad de incorporar a jugadores verdaderamente determinantes que cambien su dinámica. Es la realidad del baloncesto europeo actual, y el difícil dique de contención al que se enfrenta el Barcelona ahora mismo, conocedor que el discurso de la cantera no pasa de ser fuegos de artificio.

Los años de vino y rosas parecen ahora en el más directo rival, lo que complica aún más la existencia de los gestores catalanes, presionados por la urgencia, la comparación, y la opinión pública. Pero recuerden que aquel Madrid también pagó pastizales desorbitados por Pablo Prigioni o Sergi Vidal, prescindiendo además de un Brad Oleson en el que Messina no confió para un solo partido de blanco. Sin embargo, los blancos habían incorporado ya a Sergio Llull, empezaban a enseñar a Nikola Mirotic, llegó también Sergio Rodríguez, y no tardaría en aterrizar Rudy Fernández en cuanto el proyecto comenzó a pintar en ganador. Pero al hoy idolatrado Llull le costó cinco temporadas ganar su primera Copa del Rey, y seis su primera liga siendo importante en los esquemas blancos (en su primer año la ganó con Joan Plaza, pero su peso en ella apenas fue testimonial meses después de firmar en Concha Espina). No sería hasta su octavo curso de blanco cuando ganaría la Euroliga.

Así que el Barça se encuentra ahora mismo en una compleja encrucijada. Decidir su destino, en una situación de mercado aún más difícil que hace una década. De seguir con la huida hacia adelante y continuar actuando presa de la inmediatez más absoluta ante la imperiosa necesidad de alzar trofeos, nadie asegura que el presente pueda mejorar y poco se estará construyendo a futuro, por más que se pueda ganar algo puntualmente. El `plan b´ eso sí, supone una cirugía mucho más profunda y agresiva, en la que el paciente pasará un postoperatorio doloroso, pero en el que tendría una esperanza de vida, y éxito en este caso, bastante superior. Supone construir a medio plazo sin ceder demasiado a las presiones exteriores, por más que duelan ver más éxitos en la casa del vecino que en la propia. Con cantera si quieren, pero con una mentalidad en los fichajes que permita un proyecto a medio plazo, no uno que cada año se queme y obligue a cambiar a media plantilla. Con paciencia y cordura. Con sufrimiento inmediato, pero en el camino para construir un equipo campeón a un lustro vista.

Porque no. La culpa de lo que le pasa a este Barcelona Lassa no la tiene Sito Alonso, por más que resulte difícil entender algunas de sus decisiones, como esa peculiar gestión que lo mismo manda a la grada a Sasha Vezenkov o Rakim Sanders que los hace jugadores cruciales, o que igual parece enseñar la puerta de salida a Juan Carlos Navarro o Ante Tomic que les vuelve a dar la importancia de antaño, especialmente al croata. Pero es que la culpa tampoco era de Georgios Bartzokas, por más que éste también perdiera el control del vestuario y hasta los papeles en la recta final. El problema del Barça es mucho más profundo, y es que debe decidir qué camino seguir. El actual se ha demostrado ineficaz. La alternativa es para valientes y obligaría a resistir envites complejos, pero quizá sea el único modo efectivo de que el callejón sin salida en el que actualmente camina la sección de baloncesto del Fútbol Club Barcelona pueda tener una rendija por la que huir de él.

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