Junto a la espectacular subida de Ciudadanos, que a día de hoy podría ser el partido preferido por el votante español, destaca en todas las encuestas el hundimiento de Podemos, que podría perder hasta un millón y medio de votos con respecto a las últimas elecciones generales. Lo de los neocomunistas no parece un descenso momentáneo sino una caída imparable desde hace ya bastante tiempo. Caída que puede llevar a la banda de Pablo Iglesias perfectamente al colapso.
Como en el del PP, en este promisorio desplome del partido ultraizquierdista tiene gran importancia la crisis desencadenada por el golpe de los separatistas catalanes contra el Estado de Derecho. La posición adoptada por Iglesias y sus secuaces ha tenido consecuencias electorales, dentro y fuera de Cataluña. Podemos ha sido adecuadamente visto como un partido desleal a la Nación y muchos votantes han procedido en consecuencia.
El partido morado de los descalificables profesorcillos rojos tuvo su gran momento cuando la crisis económica causaba más estragos. Explotaron sin vergüenza y con una demagogia infame la pésima situación. Apostaron al cuanto peor mejor y, afortunadamente, perdieron. En unas circunstancias mucho menos acuciantes, y cuando ya todo el mundo sabe cómo se las gastan desde el poder en ayuntamientos como el de Madrid, su futuro es mucho más negro. Especialmente tras haber jugado con el fuego del separatismo, que les ha terminado por quemar y por descalificar hasta para ejercer de muy tontos útiles de unos golpistas supremacistas que en el fondo los desprecian.
Podemos es una auténtica amenaza para la democracia y el sistema de libertades. Una organización capaz de todo con tal de llevar a sus dirigentes al Poder. Si ha descollado tanto ha sido, en buena medida, por el formidable altavoz mediático que le ha servido el Gobierno de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría por medio de sus distintas plataformas mediáticas, públicas y privadas. Los chamanes insensatos del PP han agitado hasta la náusea el voto del miedo a esta banda bolivariana para mantener cautiva a buena parte de la clase media. Pero felizmente esa apuesta infame parece estar fracasando. Y el PP acabará pagando muy caro este tremendo error, uno de los más imperdonables que ha cometido.

