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EDITORIAL

Pedro Sánchez, enemigo jurado del campo levantino

El líder del PSOE se desvive por complacer a la extrema izquierda podemita y a los separatistas catalanes, las dos principales amenazas que pesan sobre la unidad y la prosperidad de España.

El PSOE nunca había sido un partido antitrasvasista. Al contrario, el primer proyecto serio para poner en marcha un plan de conexión de cuencas y acabar así con la sequía endémica del sur de España lleva el marchamo socialista y la firma de Indalecio Prieto como ministro de Obras Públicas de la II República. Ya en la etapa democrática, es también el PSOE el que aprueba la Ley del Agua de 1985, que establece en su articulado la necesidad de que el Gobierno apruebe un Plan Hidrológico Nacional (PHN) para llevar el agua sobrante de las grandes cuencas allí donde hace falta. Pocos años más tarde es de nuevo un Gobierno socialista el que diseña ese PHN, que pretende solucionar el déficit hídrico estructural del Sureste con el agua sobrante del Ebro, el río más caudaloso de España... y el que más agua dulce vierte al mar sin ningún aprovechamiento.

Todo cambia con la llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Acuciado por la necesidad de contar con los votos de los separatistas catalanes y del PSC para llegar a la Moncloa, Zapatero traicionó a los habitantes del Levante derogando el PHN aprobado por el Gobierno de Aznar, que preveía un trasvase idéntico al diseñado por los socialistas, con la llamativa salvedad de que la transferencia de recursos hídricos del Ebro a las cuencas levantinas era mucho menor.

Pedro Sánchez tenía la ocasión de volver a situar a su partido en la racionalidad hídrica y la decencia política, pero en su lugar ha decidido sumarse a la estrategia de ZP y acabar con las esperanzas del sector agrícola levantino, el más intensivo y exportador de toda Europa, y de paso con las expectativas electorales del PSOE en esa parte de España.

No de otra forma cabe entender su oposición frontal a los trasvases. Pedro Sánchez pone así en riesgo no solamente el futuro del sector primario en una parte de España en la que es fundamental, también el consumo de millones de españoles, que tienen garantizado su abastecimiento diario gracias a los más de cuarenta trasvases que actualmente funcionan. Así se lo han hecho saber a Sánchez los regantes del Sureste, escandalizados por esta abierta declaración de guerra del líder de un partido nacional con aspiraciones a volver a controlar el Gobierno de la Nación.

¿Acabará el secretario general del PSOE con todos los trasvases, como afirma, o su inquina va dirigida únicamente contra el Tajo-Segura y un eventual trasvase del Ebro, destinados a proporcionar recursos hídricos a una región de España donde el PSOE tiene cada vez menos apoyos? Esa es la pregunta que Pedro Sánchez no ha respondido ni responderá; tampoco hace falta: Sánchez ya ha dado cumplida cuenta de su ínfima categoría y de sus funestas ganas de complacer a la extrema izquierda podemita y a los separatistas catalanes, las dos principales amenazas que pesan sobre la unidad y la prosperidad de España.

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