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EDITORIAL

Barcelona y la Operación Valls

Si Valls se presentara, PP y PSC no deberían cometer el error imperdonable de confundirse: Valls en todo caso habría de ser un rival y no el enemigo; el enemigo, el gran enemigo de Cataluña y del Estado de Derecho, es el golpismo. 

Si Valls se presentara, PP y PSC no deberían cometer el error imperdonable de confundirse: Valls en todo caso habría de ser un rival y no el enemigo; el enemigo, el gran enemigo de Cataluña y del Estado de Derecho, es el golpismo. 
Manuel Valls | EFE

El partido de Albert Rivera dio un gran golpe de efecto al anunciar el otro día su decisión de proponer a Manuel Valls como su candidato a la Alcaldía de Barcelona en las próximas elecciones municipales. Si el plan sale adelante, el ex primer ministro francés, barcelonés de nacimiento, sería muy probablemente el candidato mejor situado para afrontar con éxito esos comicios tan importantes, que se celebrarán en mayo del año que viene.

Valls ha hecho gala en Europa de un compromiso absoluto con España y su legalidad constitucional, y sido muy claro en su denuncia de los despropósitos y violencias que el separatismo ha perpetrado desde el referéndum del pasado 1 de octubre. Su voz ha sonado fuerte y clara en el escenario europeo, y no ha dejado de pronunciarse para deslegitimar en los foros internacionales a los golpistas, que están haciendo un daño tremendo a la imagen de Cataluña.

El exmandatario francés ha dicho que se está plantando presentarse como candidato no de un partido sino de una plataforma, decisión que entraña un riesgo elevado en términos de estabilidad. Sin embargo, lo verdaderamente trascendente no es la manera en que la apuesta de Ciudadanos se presente a las elecciones, sino el hecho de que lo haga encabezando un equipo solvente con inclusión de independientes y, sobre todo, que cuente al menos con el respeto de las otras fuerzas constitucionalistas catalanas, que van a ser objeto de todo tipo de ataques y presiones por parte de los separatistas y sus igualmente liberticidas tontos útiles del espectro podemita. Ciertamente, si Valls se presentara, por Cs o por una suerte de "plataforma abierta", y no quisieran sumarse a su proyecto, PP y PSC no deberían cometer el error imperdonable de confundirse de objetivo ni, sustancialmente, de calificativo: Valls en todo caso habría de ser un rival y no el enemigo; el enemigo, el gran enemigo de Cataluña y del Estado de Derecho, sería el que es: el golpismo separatista y sus compinches colauitas.

Jamás ha de perderse de vista lo crucial: urge acabar con el pésimo Gobierno ultra de la nefasta Ada Colau, que ha degradado la Ciudad Condal hasta convertirla en una suerte de parque temático para altermundistas y okupas y, aun más grave, entregarla al nacionalismo más descerebrado, que siempre ha tenido una especial animadversión a esa Barcelona tan distinta a ellos y a su Cataluña cerrada y hosca. Con Manuel Valls al frente del Consistorio, la segunda ciudad de España bien podría volver a convertirse en un referente económico, político y cultural.

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