Hace unos años el presidente del gobierno abrió un debate sobre la necesidad de mantener un ministerio de Defensa, ahora Pedro Sánchez ha decidido nombrar ministra de Defensa a quien ha sido su mano derecha en toda esta travesía del desierto, siguiendo el ejemplo de lo que anteriormente hicieron Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy de colocar a pesos pesados de sus partidos para dirigir este ministerio.
Pero a pesar de esta poderosa imagen de ver a ministros de gran predicamento político, la Defensa de España sigue teniendo grandes retos que vienen de lejos y que, seguramente, no va a poder resolver un Gobierno que nace con una vocación temporal tan corta.
Así que la primera reflexión que debe hacer Margarita Robles es decidir si va a gestionar unos meses para mejorar la imagen electoral del partido de su presidente, o si va a iniciar y mantener un camino de reformas que tengan continuidad más allá de la vida de este Gobierno.
Si el objetivo es el primero, lo mejor es que no toque nada de lo que ya estaba hecho y que dé continuidad; pero sería una gran oportunidad perdida. La Defensa mantiene una estructura que se remonta a los programas del general Cuartero Larrea, "Por tierra, mar y Aire". Apenas se ha tocado nada, se ha avanzado en muchos terrenos que siempre han conducido a menos hombres, menos capacidades, menos presupuesto, y hoy en día tenemos un entorno de seguridad y de amenazas que poco o nada tiene que ver con un diseño demasiado anclado en el pasado.
La base de la libertad
Lo fácil es pedir a la ministra y al nuevo gobierno que continúe invirtiendo más, que cumpla con los compromisos adquiridos con nuestros socios y aliados, que no detenga, sino al contrario empuje los programas de modernización, y no voy a ser yo quién no diga que se sigan estos consejos. La Defensa de España requiere de más presupuesto, no es una opción, es una necesidad, y corresponde a la nueva ministra explicar que la defensa y la seguridad son la base de nuestra libertad, soberanía y del disfrute de los derechos, y por tanto un elemento esencial de nuestro estado de bienestar.
Pero lo importante no es tanto el cuanto sino el cómo y el para qué. El tradicional ejercicio de incrementar recursos cuando sube la economía y recortarlos cuando baja, nos ha llevado a una estructura de gasto y de ministerio insostenible donde sólo crecen los gastos de personal, a costa de sacrificar modernización y sostenimiento.
Existe una estrategia de seguridad de la que no se derivan decisiones económicas ni tampoco proyecciones de compras; los objetivos a menudo van por un lado y los medios por otro. Y debemos asumir que la estructura del ministerio y de las fuerzas armadas no se ajusta a la realidad presupuestaria; y si esta no va a cambiar significativamente, entonces toca pensar en hacer como un razonable padre de familia: adaptar los gastos a la realidad.
¿Para qué queremos las FFAA?
La primera pregunta que debe hacerse cualquier gestor de la Defensa es para qué queremos las Fuerzas Armadas, y para qué tipo de conflicto y de disuasión las necesitamos. ¿Qué nivel de contribución queremos tener en las misiones internacionales tanto cualitativa como cuantitativamente? ¿Realmente con un 0.7% del PIB, podemos mantener un ejército de 110.000 hombres? ¿Podemos creernos la ilusión de que en caso de necesidad vamos a poder movilizar todos los medios que se compraron y que ahora no operan por falta de presupuestos? ¿Vamos a comprar más sistemas para que luego no podamos operarlos? Estas son las cuestiones que deberíamos plantearnos pensando en una estrategia a largo plazo, la única posible.
En cuanto al cómo también hay mucho que hacer; ¿Qué política industrial o tecnológica se va a desarrollar? ¿Qué modificaciones en la gestión se van a poder ejecutar? ¿Qué esquema de sostenimiento queremos? ¿Cómo queremos involucrar al sector privado en la gestión de la defensa?
Pero también vivimos en una sociedad que ha cambiado mucho -y a mejor- y el nuevo equipo del ministerio debe trasladar a la vida interna de las unidades y de las oficinas las mismas demandas sociales, económicas, culturales, educativas que se dan en la vida real. El militar no puede ser un mundo ajeno a la realidad. La amplia presencia de mujeres en el gobierno, en un gesto sin precedentes en la lucha por la igualdad, nos envía un poderoso mensaje; una igualdad que seguro no se ha dado con tanta intensidad en otros colectivos como desde la incorporación de la mujer a nuestras fuerzas armadas con los mismos derechos y obligaciones.
La atención a las peculiaridades y necesidades del personal militar y funcionarios del ministerio debe ser asimismo otra prioridad; no olvidemos que la milicia es una legión de hombres -perdonen que Calderón no sabía mucho todavía del feminismo- y mujeres honradas, y que la defensa de sus derechos, la protección de sus necesidades, la preparación para una vida civil fuera de la milicia, la asignación de medios eficaces, constituyen objetivos ineludibles.
Ahora toca ver qué decisiones se toman en los próximos meses, pero no podemos olvidar que en Defensa lo único que no vale es la improvisación. Ministra, suerte y al toro.