Hoy se decide en los Estados Unidos el destino de la primera potencia del mundo, y con total seguridad de todo el planeta para los próximos años. El antagonismo entre los dos candidatos significará que se producirá, gane quien gane, un cambio trascendental para todos los que habitamos en este planeta.
Del resultado dependerá que Rusia termine por invadir Ucrania y tenga a Europa a sus pies, o que la ayuda occidental consiga detener al tirano Putin; depende que Israel deba contenerse o tenga manos libres para actuar contra todos sus enemigos; dependerá que Taiwán sea invadida a cambio de unos aranceles más altos o que haya una coalición militar para salvar a la isla. También dependerá qué ocurre con la lucha contra el cambio climático y contra la inmigración en el país con más inmigrantes del mundo. También se verá afectada de forma radical en función de quién gane, la política monetaria de la Reserva Federal que marca el ritmo de la economía mundial. En definitiva el día más decisivo de la historia reciente.
Habrá tiempo de analizar los resultados y sus consecuencias, pero sí que debemos tener en consideración dos circunstancias que a mi juicio otorgan a estas elecciones el carácter de decisivo. Lo que está en juego es el modelo de democracia en Estados Unidos, si opta por un modelo más conservador controlado por el Supremo y las Cámaras con una política regresiva en muchos derechos y más proteccionista, lo que no es un tema menor para el resto del mundo, o se produce una continuidad en la implantación de una socialdemocracia europea en el país más liberal del mundo occidental. La segunda, es la fractura social a la que ha conducido esta polarización que ya es global. Aquellos demócratas conservadores o republicanos moderados que ganaban elecciones han sido borrados del mapa. Ahora, el choque de civilizaciones, de territorios, de principios morales se va a producir con toda intensidad, y pase lo que pase, la sociedad norteamericana saldrá mucho más debilitada y dividida y esta no es una buena noticia para nadie.
¿Qué podemos esperar de este día?, prácticamente nada decisivo. Existía una teoría que indicaba que el voto republicano solía estar más camuflado en las encuestas pero no parece que este año sea el caso. Lo cierto es que más de trescientas encuestas en el último año ratifican que las elecciones se decidirán en siete estados sin que nadie pueda afirmar con rotundidad que todos serán para Trump, Harris o se los repartirán. Hasta este punto llega la incertidumbre.
Las elecciones al Congreso, a un tercio del Senado y elecciones a gobernadores generan, a su vez, incertidumbres adicionales al resultado final de las presidenciales, ya que puede producirse un efecto arrastre en el último momento hacia uno de los dos candidatos en función de otras contiendas electorales concurrentes. Así que nunca en la historia habíamos llegado a este día con una elección que podría quedar resuelta por un Supremo dominado por los conservadores.
Por si se quieren quedar toda la noche, no se preocupen. A la mañana siguiente escucharemos términos como "too tie to close". El procedimiento de recuento consiste en que los candidatos van cediendo estados a medida que la diferencia ya es insalvable sin esperar al final, y ya no hace falta más recuento. Sin embargo, si el margen de victoria es inferior al 0,5% o ante determinados procesos de petición o automáticos, en algunos estados claves como Pensilvania puede producirse un recuento adicional. La casuística es muy amplia y podríamos ver recuentos adicionales en Georgia, Michigan, Carolina del Norte o Pensilvania lo que retrasaría el resultado durante algunos días.
Es decir que al día siguiente por la mañana, si todo se produce como lo esperan todos, Harris tendría 226 votos electorales y Trump 219. El candidato que alcance 270 votos es elegido presidente. Quedarán en el aire los 15 de Michigan, los 19 de Pensilvania, los 16 de Carolina del Norte y Georgia, los 10 de Wisconsin, los 11 de Arizona y los 6 de Nevada. En total 93 votos que podrían ir enteros para cualquier candidato o dividirse. A partir de ahí se abrirá un proceso que durará algunos días, por los menos veinte si se produce este empate, para saber quién será el inquilino de la Casa Blanca.
Casi la mitad de los votantes ya ha votado, de manera que el pequeño impulso demócrata de las ultimas cuarenta y ocho horas puede haber llegado tarde o ser un síntoma de mayor igualdad. Lo único seguro es que si gana Trump, no habrá un intento de hurtar el resultado y si gana Harris, por mucho que Trump pueda alegar, no tendrá los resortes que en 2020 no le sirvieron para nada, o sea que al menos tendremos una transición algo más pacífica, salvo que alguien se empeñe en tomar estas elecciones como las de 1860, pero creo que por mucha polarización, el pueblo norteamericano no está para aventuras que pongan en peligro la unidad del país. Que Dios bendiga a América y a todos los demás.