La democracia en España está en un permanente declive. Hoy, en julio de 2018, hay menos libertades que en 2004. Si la tarea fundamental de los Gobiernos democráticos es permitir y garantizar todo aquello que los individuos "tienen derecho a hacer y la sociedad no tiene derecho a impedir", doctrina ampliamente desarrollada en las diferentes tradiciones liberales y democráticas desde el siglo XVIII hasta nuestros días, entonces es menester concluir que los Gobiernos españoles, desde la llegada al poder de Rodríguez Zapatero hasta hoy, no han tenido otro objetivo mejor que interferir en la capacidad de cada individuo de disponer de un ámbito privado, íntimo e inviolable en el que pueda pensar y hacer lo que le venga en gana.
No hubo una sola ley aprobada en la época de Rodríguez Zapatero que no interfiriese de modo negativo en las libertades subjetivas, individuales, es decir, democráticas. Nada de eso corrigió la etapa de Rajoy. Nadie espere nada nuevo de la llegada de Sánchez al Gobierno de España. Todo será peor en materia de libertades. Se reforzarán todas esas leyes para reprimir las libertades individuales y, por supuesto, se intentarán aprobar otras nuevas que regulen hasta las más íntimas formas de practicar sexo entre adultos; sí, ahora quieren un nuevo Código Penal para castigar a quien haya mantenido sexo sin habérselo preguntado previamente a su pareja… ¿Locura? Para un ser normal es peor que locura. Es una forma más de represión de la capacidad de disponer de nuestras vidas. Según declaraciones de la vicepresidenta del Gobierno, la libertad sexual será pronto sometida a regulación, o sea a represión.
Lo decisivo para esta gente es que el ser humano no sea libre, es decir, quieren que nos sometamos a sus caprichos. No nos dejarán hacer ni, lo que es peor, pensar al margen de sus dictados gubernamentales. El ataque a la libertad de pensamiento, en España, está arrasando hasta con las formas de creación intelectual. Es obvio que el objetivo de este Gobierno, bajo diversos pretextos ideológicos, es el ataque sistemático a las libertades individuales, subjetivas y sagradas para toda democracia de calidad. Por otra parte, nadie olvide que algunas de esas normas restrictivas no sólo afectan a la idea de libertad democrática, sino al concepto de igualdad ante la ley. Por cierto, dicho sea de paso, una no es sin la otra en las democracias occidentales, o sea en las democracias. Pongamos un ejemplo: el principio de igualdad ante la ley, principio de principios para cualquiera que defienda la democracia como eje del desarrollo de la individualidad humana, fue vulnerado en diciembre de 2004, cuando fue aprobada por unanimidad en el Congreso la Ley contra la Violencia de Género, según dicen sus defensores y apologistas, pionera en Europa; esta ley incluye medidas sociales, educativas y judiciales, pero sobre todo acepta que si un hombre maltrata a una mujer, la condena es mucho más dura que si una mujer maltrata a un hombre.
Esa ley fue aprobada en el Congreso de los Diputados por unanimidad y, además, fue avalada por el Tribunal Constitucional en 2008. La desigualdad ante la ley, sí, está avalada por todos los poderes en España. ¿Puede llamarse democrático a un régimen que ampara la desigualdad ante la ley? No es necesario que me extienda en mi respuesta. Pero quizá sea menester advertir que si esta ley fuera sometida otra vez a votación en el Parlamento, quizá no cambiaría mucho el sentido del voto de nuestros partidos políticos. Terrible. Es obvio que en el ataque a la democracia, es decir, a las libertades individuales y a igualdad de todos los españoles ante la ley, el PSOE no está solo… La casta política española sigue confundiendo la pluralidad humana con la multiplicidad animal. Sí, sí, siguen tratándonos como animales. Democracia, sí, es lo que quieren los ciudadanos; pero si es morbosa, enferma e ideológica, que se quede con ella la castuza política en sus antros partidistas.